domingo, 8 de julio de 2018

Lo CR, o albiceleste. Atención, esto no es otra ficción kirchnerista




¿Qué es un 9 de Julio? Básicamente, un mausoleo, para algunos. Para otros, creo, realmente, una oportunidad para pensar una patria, para sentirse país.

Marchan los artistas, en los cuarteles se quedan los soldados. Tan poético que parece un sueño húmedo del fin del mundo kirchnerista, ya nos tenían podridos, hace dos años y medio repitiendo la misma cantinela, borrachos de bar víctimas de la venganza de Casandra, será terrible con el fondo monetario, los buitres, los timberos de siempre, el diario dado vuelta para opinar.

Ah, ¿eso estaba pasando? Un momento, el mundo no se ha vuelto más kirchnerista. No vuelven más, ¿recuerdan? Eso dicen, ahora créanselo, pues debería preocuparles. Lo que a muchos nos preocupa es ver a un señor desnudo, sentado, transpirando un culo zen en el sillón de un gran emprendedor como Bernardinho. Si tu padre te viera, estaría orgulloso.

No son ni actores, ni muchachos amantes de oktubre, o sí, con la mierda hasta el cuello por la deficiencia del servicio de aguas de la ciudad, mal distribuidos, llegan gotas y las cloacas desembocan siempre en el mismo lugar, estoy seguro que debe haber algún tipo de confusión semántica con la explicación del derrame. Algunos revisionistas verdes como Liza Minelli, que piensan que Alfonsín derrocó a De La Rúa, dicen estaría todo orquestado por un profesor de matemáticas britano.

Tal vez deba aprender uno a dejarse sentir. Quiero decir que cada vez que me deprimo miro una fotografía de un cartonero con anteojos de realidad virtual.

En realidad, Arthur Rimbaud era peronista. Nadie representa la patria, la patria es el Otro. La Patria es un sentimiento inexplicable para una nación tan joven, tan venida de los barcos, cachorra, ciega, cipaya, asesina del Otro, Conquistadora de la materia. Por suerte, hay faros a lo largo de la historia que es la Historia, la Patria es el cielo celeste -y blanco, nadie se olvidó del blanco- que por siempre quedará como bandera, vislumbrada por un poeta enorme como Manuel Belgrano, del que se olvidan -o no se alumbran- cosas tan importantes como ésta.

Donde quiera que estés, mirá para arriba, estás en casa. El mundo es casa, no conquistemos, no matemos el mundo, ser argentinos es una palabra, hay que trascender la palabra, entender el significado del cielo, aprender de Belgrano y de Borges, ¡qué delantera, papá!, mirar la bandera, el cielo no es de nadie, es de todos.

Levantarse a pensar en las manos amasando un horno de barro, chicos yendo al acto en sus escuelas –rurales-, chamamé, zamba, chacarera, tango, rock !nacional!, el modesto debate con delay acerca de la tirante estimulación intelectual que para Solari fue García, desde la otra vereda ideológica termina con la misma careta de artista -¿no hay nada serio para vos, García?, dijo una voz en el teléfono-, River, Racing, Yrigoyen, Perón, Illia, te olvidaste de Frondizi y lo editaste, como Videla, los muertos, los nietos, Alfonsín, Carlos Saúl, los habitantes de la mismísima estratósfera, el genial doctor Maradona, un mago con la pelota en los pies, de día futbolero, de noche supermédico, banderas en la calle, asentamientos, chalets limitados en el Delta, ahí debe existir la pobreza cero, la miseria no se puede mostrar, menos hoy, el locro queda mal pero no se puede ocultar vendiéndose en la calle.

Verdaderas ollas populares, las fechas patrias, en los años de la solemnidad amarilla, del país moderno, de la ausencia y presencia de Schrödinger.


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