El agua se filtra en la piedra y el árbol siempre
vigila al retoño. Un gato negro viene a buscarme, su napia milenaria siempre
olfatea los problemas. Después uno no se explica los estornudos, la rinitis
alérgica, el edema de glotis si una
argentum. Se pegan los dedos y no es chocolate, tampoco está imantado.
Byon-Chul-Han, el coreano de al lado dice que puede ser sangre. Qué pesadela,
diría el Diego, después de otra sobredosis de guaraná, o de chamamé, o de
Realidad, después de todo, uno puede emborracharse con cualquier cosa y en
cualquier momento derramar una lágrima de flâneur. Ah, ¡el paraíso del ciego no
era más que el Pasado, el plateado pasado de los Elfos!, ¡El sueño sin fin de la infancia
o la eugenesia, las diversas nociones de pueblo y de patria!
Han gatillado dos veces contra la vicepresidenta, es
el fin de nuestra inocencia. Dicen que fue un lobo solitario o una célula de
boludos antisistema. Tan similar a los relatos del norte, tan similar que
asusta. Parece una de Stefan Zweig, donde los vendedores de odio aglutinan
desde el miedo y forman identidad desde el sometimiento de un Otrx sobre el que
cargan negatividades —en el sentido de sombras jungeanas.
¿Qué más pedirle a Cristina cuando es el núcleo
narrativo de toda la época, el agente de agenciamiento de tantos seres y tantas
cosas hirvientes que nos hacen lo que somos?
Han gatillado dos veces contra la vicepresidenta, han
vencido los vendedores de odio, los que no comprenden o no quieren
comprender que la política es la
relación básica que entablan los seres humanos. Han vencido los que no comprenden
de qué materia está hecha la Patria porque tampoco comprendieron a San Martín,
porque no entendieron ni entienden ni quieren entender de qué materia se
compone un Pueblo sino desarticularlo, buscan desarmar un pueblo de negros, originarios
y pobres que ahora está como los perros en la calle, porque es cierto que con
ella no se jode, porque se hizo Pueblo y por ella vamos, para abrazarla como
abraza uno a sus compañeros.
Lo que hubiera sido es ciencia ficción, una canción de
una banda de La Plata, calor y pis en un par de árboles, distopías, ucronías
sucias para más adelante, si cabe, en las que sí habrá incendios del roble de
Eslavonia y nos comeremos en un puchero a los hijos de aquellos que todos
conocemos y que nunca o casi nunca tienen Nombre, los vendedores de odio, los
dueños de las balas.
En este momento es insulso, contrafáctico, pero ¿es
contrafáctico por una clase o calidad de milagro, una serie de eventos
afortunados, el temor y el temblor del atacante, motivos psicológicos tan
insondables que harían la delicia de Chiche Gelblung y Ernesto Tenembaum o de
aquellos productores que unos días antes habían intentado meter una pistola de
juguete en el Congreso por la canaletti? ¿Importa? Lo que importa es que me estoy
yendo por las ramas, incluso veo un diputado correntino desangrándose en un
acto al descampado en ningem lugar-porá. Así son las discusiones, para algunos
llegan hasta ahí.
¿El atacante es un perejil al que le inflaron la
cabeza y le dieron un arma cargada?, ¿otro más que quiso desconectarse de la
máquina social para descubrir con horror que la máquina seguía andando?, ¿una suerte
de engranaje suelto?, ¿cuántos han de estar ahí, girando y girando? ¿Es todo un
mensaje mafioso? ¿Mirá que te podemos matar, algo por el estilo? ¿Quién tiró el
libro de Cristina al suelo? ¿Un perejil al que le armaron el personaje neonazi
que sale por Crónica TV y está en contra de los pobres y los planeros? Tal vez
haya algún otro muchache suelto, escribiendo en estos momentos su manifiesto,
nada como un De Profundis, ni un Egy Bujdosó Naplója, ni tampoco algo
Benjamineano, sino algo más bien sencillo y derechito, antikasta.
De esto debería salir a flote la importancia de la
política como la relación básica que entablan los seres humanos. Si te definís
antipolítico deberías plantearte esto último en lugar de recomendar viajes a
países tropicales u eslavos, tu ideal como antipolítica tal vez sea la campiña,
las islas desiertas o algún otro lugar sin humanidad ni red de energía ni agua ni
cloacas, y también sin salud y educación y seguridad. Un enemigo de la política
es enemigo de la vida humana, enemigo de la organización elemental. En los mercados
hay política, como también hay política en tu viejo y en tu vieja, en las
figuras que encarnan. En la construcción de tu propia identidad hay política,
en el hogar donde creciste había política, en el lugar que habitás hay política.
Entre tu vieja y vos hay política, entre tus hermanes y vos, entre tus amigues
y vos. En la comunicación básica entre dos humanos hay un acto —un pacto, una
transa, una pequeña rosca— que es fundamentalmente político.
En un canal de televisión pasan las razones por las
que no murió (?); en otro, el de las placas, el amigo del magnicida suelta algo en el orden del «lástima que no lo
practicó». No recuerdo quiénes pasaron e incentivaron las marchas con bolsas mortuorias, las horcas, la
guillotina, ni si fue segundos antes o después de poner Tratar de estar mejor de Diego
Torres. Han vencido los vendedores de odio porque han dinamitado la capa más
oscura del alma humana; han sembrado muerte y esperan la cosecha, dice el
coreano, porque se creen dueños de un país que detestan, como dice Capusotto, y
cleen que el fuego no va a alcanzarlos, que un pueblo olvida. Se cleen con
derecho a lo que sea, incluso a decidir sobre la vida de millones de
compatriotas que desean habitar este suelo en paz y libertad, con justicia
social. Les debemos tanto a las Madres y Abuelas, la lucha pacífica, la
socialización de la maternidad, la búsqueda de los nietos, las políticas de Memoria, Verdad y Justicia.