domingo, 6 de diciembre de 2020

Para verte gambetear

 

 

JVC, la ola al mediodía

un jueguito de rodilla, un sombrero.

Don Juan y su serpiente

miran desde un banco de madera

el tiro libre apenas fuera

un par de tacos de primera.

 

La primera apilada del negrito

terminaba mal

cegada, trunca sin querer:

 

-Como un toro -comentó,

-con la cornada, sin querer

el cabezazo a la boca del estómago

de aquel rubito de blanco

 

-Fau- dijo el juez. -Lo bajaron desde atrás.

 

Cincuenta puchos rubios después, ochenta

centavos, después

lo vio, peleando con el lineman

(había sacado el banderín para patear

el tiro de esquina).

 

-Ponelo en su lugar- dijo el juez accesorio.

 


 

 

Y el negro que se reía, acomodando el trapo rojo

mascando chicle,

el diez, Fujifilm

haciendo como siempre

la pausa justa

y sacando el corner

 

y después

otra apilada

 

falta el aire

el calor raja la tierra

 

- ¡Vamo’ nene, le pegaste con el diario!- gritaban

les miserables de la hinchada.

 

-El medio está repartido entre cracks y velocistas- dijo JR.

-Y atrás, los picapiedras- completó el yorugua.

 

-Nuestro arquero no hizo pie

y resbala

y el nueve parece

que se ató mal los botines:

le rebotan las pelotas, un poeta

sin palabras contra Shakespeare.

 

-Debe ser porque lleva la once, todo el torneo confundido- dijo JR.

 

(ya en aquel entonces era ciego JR

-y esto, aunque siempre sea

hoy

fue hace casi cuarenta años atrás)

 

En la tierra de Chespirito

de manto azul vestían los once

brujos, once

corazones, once

voluntades, once

flechas, once.

 

Y entre los once,

el rey del Once

de Buenos Aires,

Barcelona, Nápoles,

Fiorito y Paternal.

 

-Del planeta- había dicho,

en el Kiosko Tripp,

el lateral, ojeando una revista Pelo,

 

parecía como distraído

por banderas como el cielo

de los días más felices

pero nadie se movía,

 

todavía me parece ver la escalera

vacía, el sol que no pasa

ni deja sombra

en los alcanzapelotas

exiliados

detrás de los carteles,

escondidos ahí,

a los márgenes del campo,

algunos en helados camposantos,

tumbas heladas, sin nombre

sosteniendo banderas

fantasmales

como las que había en las gradas

como el cielo

de los días más felices

 

-¿Queda tiempo

para un buche en el túnel?

(donde el bucle del tiempo)

pa’ mojar

corpúsculos de historia

ondas vivas

rulos negros del cordero

 

-Un vaso de agua no se le niega a nadie

y menos después

de colarse una tripa

pa matar el entretiempo

ya understand, sir?- dijo don Juan.

 

-Andá

preparando ese garguero,

yorugua.

 

Cada cristo profetiza su segunda venida:

todo tiempo tiene un segundo tiempo

(sabiduría popular, pensó Elio R. Ugúa)

 

En el baño

(algo sucio)

alguien le dijo:

“hay que tener cuidado

parece que el hereje

va armado

tiene brazo guerrillero

y quiere salir, y tiene pensado

punguear un grito

seis minutos después

de mover la pelotita con los pies”

 

(El ácido empezó a pegarle

al yorugua

en su viaje VHS, VHM psicodélico

no puede creer y llora

y el sol raja la tierra

le seca las lágrimas)

 

-Treinta millones de negros

transpirando en tu remera

-canta en la esquina

otro juglar popular

y su voz es la de todos

los que lloran el futuro

pero ahora

el poeta sin palabras mueve del medio

y el negrito se persigna

y arranca

segundo a segundo

el segundo tiempo

 

Y si bien ya valía diez

palos verdes ese diez

aquí es donde aparece el aleph

los cuentos

las canciones

el nacimiento del mito

antes de la muerte del hombre

 

y me van a tener que disculpar

pero voy a repetir

pues ya está todo dicho

hasta el exceso

hasta la respuesta a la pregunta

sobre la naturaleza de dios

fue contestada aquella tarde

 

y ya sabemos

de la preparación, del profe

tomándole el pulso en la yugular

del curioso caso

de Jeckyll and Hyde

las caras de la monada

las puertas del cielo

las venas abiertas

por un lapso

de noventa minutos

 

o quizás un período más corto

la separación, la distancia

entre el primero y el segundo

entre una mano cerrada y un pie enguantado

una ligera diferencia de cuatro veces

sesenta segundos.

 

Elio, el yorugua,

pasado de rosca

lisérgico abrió una sombrilla

 

está sudando frío

y el sol raja el aire

 

en la altura la pelota no dobla

y el diez le hace ver fractales

 

hasta ve a dios en una nube

sosteniendo una piolita

 

-Este la tiene atada- pensó,

ahogando la emoción,

y un país nostálgico

escuchaba atento

el relato de la radio

agolpándose

en sillones y en silletas

en puestos de diarios

en vidrieras

del otro hemisferio.