lunes, 28 de septiembre de 2020

Dos (o tres) poemas de Paco Urondo



Quisiera compartirles dos (mejor tres) poemas de Francisco "Paco" Urondo (Santa Fe, 1930 - Mendoza, 1976), ese poeta de la revolución que no era el poeta de la revolución, extraídos de Poemas Póstumos (1970-1972)




I. Benefacción 


Piedad para los equivocados, para
los que apuraron el paso y los torpes
de lentitud. Para los que hablaron bajo tortura
o presión de cualquier tipo, para los que supieron
callar a tiempo o no pudieron mover
un dedo; perdón por los desaires con que me trata
la suerte; por los titubeos y balbuceos. Perdón
por el campo que crece en estos espacios de la época
trabajosa, soberbia. Perdón
por dejarse acunar entre huesos
y tierras, sabihondos y suicidas, ardores
y ocasos, imaginaciones perdidas y penumbras.




II. Muchas gracias 


Sirve y me inclino
ante tu palabra, luz de mi pensamiento. Abrirán
las puertas, dejarán entender: los artistas, los
intelectuales, siempre
han sacudido el polvo de la realidad; descubrieron
que no siempre lograron recorrer: era
prematuro en algunos casos, en otros fue distinto
-convengamos-, otras palabras son, bajar
la corredera de la mira, buscar con el guión
y dar justamente sobre algo que puede
moverse: un bulto,
un meneo a menos de cien metros
de tu corazón vulnerable, también enemigo.
*
La suerte ha dejado aquí de andar
fallando: se encendió la luz y pudo verse el caos, las
flagrancias: esa mano
allí, esa codicia; el miedo y otras mezquindades se pusieron
en evidencia y el amor
no aparecía por ninguna parte. Recompuestos
de la sorpresa, rendidos ante los hechos, nadie
pudo negar que en este país, en este
continente, nos estamos todos muriendo de vergüenza.
Aquí estoy perdiendo amigos, buscando
viejos compañeros de armas, ganándome tardíamente
la vida, queriendo respirar
trozos de esperanzas, bocanadas de aliento; salir
volando para no hacer agua, para
ver toda la tierra y caer en sus brazos.




III. Tinieblas para mirar


Veo tus intenciones y tus actos
triunfales por crecer; adivino el parpadeo, veo
y quisiera descansar
un poco, se entiende. Veo los tiempos
ocultos, las intenciones
del mal y viceversa. Veo palabras que no fueron
articuladas, escenarios, disfraces vulgares, caracterizaciones.
     Veo
jactancias, humildades
apócrifas y bastante
sufrimiento disimulado. Veo la luz
compartida de las inconsciencias, veo,
veo, una ramita, de qué color: no puedo decirlo. El
tamaño, la disposición, las significaciones, las alegrías
se disuelven, se resbalan en los aceites que hierven
y respiramos sin tocar para no ir quemando esos ardidos
corazones, este impromptus venéreo como
las mejillas, como las ramas de qué colores
insignificantes, de qué adioses
aterrados, más que de frío, por los calores iniciales del miedo.



miércoles, 23 de septiembre de 2020

...mientras todo se incendia

 …mientras todo se incendia

acá, exprimiendo

orando, pidiendo permiso

en esta hora tan solemne de la Tierra

rezándole al Sol

una gota de Agua

un poco de Amor.


…mientras todo se incendia

en el desierto, exprimiendo

orando, pidiendo permiso

el cielo tiene un color más bien triste

antes que apocalíptico

una gota de Agua

un poco de Amor


En esta hora tan solemne de la Tierra,

rezándole al Sol:

¡Una gota de Agua!

¡Un poco de Amor!


En esta hora, mientras…

todo se incendia

hablándole a la estrella


(antes que triste,

como de final de juego,

esperando

la solemnidad del destino

pero también 

                         la Esperanza

la plegaria atendida

la lluvia inapelable)

jueves, 17 de septiembre de 2020

Historias de zombies

 

Si de algo tiene que servir esta experiencia, que sea para cambiar el mundo, para hacernos responsables de lo que hacemos con él. Que los muertos y enfermos que tantos cuentan sin ponerles nombre no hayan pasado en vano a formar parte de la luz.


Evidentemente, algo anda mal en todo esto si, al quedarnos quietos, los ríos se aclaran, el smog disminuye y también la huella de carbono, si la mejor idea que se nos ocurre es usar un barbijo, sin profundizar, sin hacer un cambio radical en las condiciones de vida, sin tomar en cuenta que el problema es evidentemente estructural y está relacionado a las aglomeraciones y a las urbes.


Las condiciones de vida para muchos son condiciones de uso o derecho de propiedad de un mundo en el que no sólo vivimos, sino (y más bien) cohabitamos junto a una larga y casi infinita variedad de seres.


Cosas que deberíamos estar cuanto menos pensando, sino haciendo.


Redefinir qué es más importante: la vida o la propiedad.


Entiendo que todos tenemos derecho a un hogar; que la construcción de realidad es colectiva; que la tierra, como dicen, no es un regalo de los padres, sino un préstamo de los hijos, de los hijos de todas las especies que habitan esta hora de la materia.


Debería hacernos pensar el hecho de que algunos de los principales países del “primer mundo” se hayan visto superados por una entidad microscópica. La cuarentena a lo Noé, versión estatal -¡quién te viera, Leviatán!-, está bien para salir del paso pero hay que mirar más adelante. No el estado, sino nosotros.


No es un problema únicamente sanitario ni económico, sino también habitacional, ecológico: se trata de crear nuevas redes, más pequeñas, más cercanas, más humanas, incluso.


¿Querés dejar de usar barbijo en los próximos años? Empezá a pensar, empezá a actuar. Es fundamental descentralizar la economía, la vida misma, en las urbes, dejar de matarnos con agrotóxicos, universalizar el acceso al agua y a las semillas, comprender que es mejor respirar aire libre que vivir aglomerados en cajas de zapatos, donde algunas veces lo único vivo son las flores del florero. Pensar en los departamentos para cadáveres de los cementerios.


Entender que comienza el fin de los tiempos, la era para la que las películas berretas y las canciones de El Mató a un Policía Motorizado te preparan. Algo anda mal si hay incendios a lo largo del orbe (fíjate, porque tal vez, a no más de mil metros de tu casa, se esté quemando algo), si los ríos se secan, si los que protestan son los niños. Qué curioso que este sea el rumbo que ha tomado la energía del mundo para manifestarse.


Mientras tanto, el miedo encuentra terreno fértil para sembrarse. Sería preferible no incentivar el pánico sino efectuar (y esto lo digo en los términos de los encorbatados de siempre, para intentar penetrar el velo) gestiones de microemprendimientos. Con circular información de forma responsable y con ofrecer las herramientas y las condiciones mínimas para el desarrollo de la conciencia alcanza, al menos para empezar.


Un estado es también en última instancia una herramienta de acción colectiva, que debería ponerse al servicio de formación de comunidades, entendidas en términos políticos como comunidades organizadas, y en términos, digamos… espirituales, como comunidades conscientes. Conscientes del lugar de guardián que ocupamos en el planeta, del lugar de responsabilidad que tenemos para el espacio donde vivimos y que dejaremos, por el simple paso del tiempo, a las generaciones futuras, y por el cual estas mismas generaciones que deberían estar jugando hoy están reclamando, cada vez más apresuradamente y en mayor número.


Calculo que la reclusión dentro de las cajas puede obligar al enfrentamiento con los propios fantasmas, con suerte, y si es que el humano no elige evadirse, como es su costumbre, como fue domesticado. Hay historias de todo tipo en los campos santos.






miércoles, 2 de septiembre de 2020

A un parral





Tremendo estar de pie

tanto tiempo

en la frontera


seguro, valiente y arrogante

como todos los hombres


su corazón era un árbol

y sus manos la magia

y su sonrisa la frescura

del otoño

de pie

siempre

en la frontera


era como la tarde

entrando por la puerta del fondo

era la sangre de la parra

que plantó cuando retoño


era la luz del patio

eran las uvas blancas

en la pelopincho, bajo su sombra


era más viejo que los helechos

y más niño que un ciempiés

era la tranquilidad de la noche

y el compañero de las chicharras