lunes, 6 de diciembre de 2021

Vuelta por el universo

por Nayla Zarate

 

Observe, que para eso se hizo el ojo:

eso de ahí

es jazmín paraguayo,

o paraguayensis,

un paragua lleno de colores,

nervaduras,

mapas, rutas, distancias

bi o tridireccionales

territorios polidimensionales.


Aclaremos, cuando decimos: “el ojo”,

damos por sentado,

obviamos, en realidad, que "tienen que ser dos

y ubicados a cierta distancia, en cierto lugar en el espacio

para que aparezca la noción de profundidad";

visión binocular, otro truco de kermesse

del cerebro 

y su mapeo constante. 


Esto es así con cada puerto, paisano.

Muchas cosas se dan por sentadas.

Hablamos de climas anatómicos,

de geografía baqueana, ancestral,

de rizomáticos aromas…

Ah, lo spettro del ritornello!

Vagabondaggio!

 

El quídam es guía,

un amante de la ventura,

un soñador, otra náusea soberbia

otra flecha atravesando dimensiones

modificando el tiempo y el espacio

contrastando informaciones 

de diversos mapas,

provenientes de diversos puertos,

que sugieren diversos patrones…

quizás circuitos de inteligentzia planetaria

—aclaró el karaí, interrumpiendo—

que buscan atravesar

océanos de tiempo

para encontrar

el sendero donde se unen los senderos.

 

Silencio, coyuyos,

el último canto de ciertos pájaros,

el croar de algunas ranas,

la pachorra cósmica del agua 

que fluye despacio para la calandria,

Se oye un grito, otro especial de la tarde

 

De la rosa de los vientos dicen

ahora que es mandala

dibujado desde siempre en Las Cosas

para saber dónde,

para sentir qué,

para silbar cuándo,

para no perdernos.

 

Sabemos que perderse es imposible:

siempre hay una brújula, después de todo,

una señal del destino,

una marca lectora.

Escuche, chamigo:

sólo contra dios no hay Veneno.

 

 


domingo, 5 de diciembre de 2021

Los señores de la nada

 Ezequiel Martínez Estrada

 

    La amplitud del horizonte, que parece siempre el mismo cuando avanzamos, o el desplazamiento de toda la llanura acompañándonos. Da la impresión de algo ilusorio en esta ruda Realidad...Aquí el campo es extensión y la extensión no puede ser otra cosa que el desdoblamiento de un infinito interior, el coloquio con Dios del viajero. Sólo la conciencia de que se anda, la fatiga y el deseo de llegar, dan la medida de esta latitud que parece no tenerla...es la tierra en que el hombre está sólo como un ser abstracto que hubiera de recomenzar la historia de la especie —o de concluirla.

    

    Falta el paisaje y falta el hombre; hacia el pretérito y el futuro se abren simas sin fondo; el pensamiento improvisa arias en torno de los temas conocidos, creando a su albedrío, libre, suelto. El cuerpo es un milagro y por los sentidos penetran los hálitos de una novedad que bien pronto se abaten sin voluntad, en un cansancio cósmico que cae con todo el peso del cielo.


    El paisaje del llano, si lo es, toma la forma de nuestros propios sueños, la forma de una quimera; y se esteriliza cuando el sueño es ruin.


    Avanzamos y nuestros proyectos para el porvenir —eternos—, proyectos de dominio sin obstáculos pero que no tienen finalidad, crecen desmesuradamente. El hombre no opone resistencias a la naturaleza, ha renunciado a la lucha y se ha entregado... es una ilusión; es la tierra de las aventuras desordenadas en la fantasía de un hombre sin profundidad. Todo se desliza, animado de un movimiento ilusorio en que sólo cambia el centro de esa grandiosa circunferencia. Ahí el grosero empieza de nuevo; el culto concluye. Fue el quimérico territorio de Trapalanda, de la que decía P. Guevara: "Cuyo descubrimiento nunca efectuado, fue polilla que consumió buenos caudales sin ningún fruto"; la ciudad imaginaria de oro macizo que casi hace fracasar las expediciones de Francisco de Aguirre y de Diego Abreu; la que hizo que se fundaran La Rioja y Jujuy para ponerle sitio y arrebatársela al autóctono. El buen Quijano también fue víctima de la llanura; la esterilidad de la Mancha fructificó en sus sesos las Sergas de sus lecturas solitarias. Dentro de esos círculos de la propia persona, es natural que el Conquistador concibiera ideales de permanencia, de fijación, de espera. El hijo como perpetuación del abolengo, la casa como solar, la familia y las faenas según las épocas del año, no eran posibles. Imperaba la proeza del individuo como hecho histórico universal; la biografía era la historia y lo que no existía había sido sepultado, escondido. En sus cerebros limitados esta ilimitación de la tierra plana o la inacabable monotonía de la montaña árida, prometía como en el desierto de los ascetas, la aparición de santos o de ciudades maravillosas de opulencia y de felicidad. Se esperaba hallar de pronto los tesoros acumulados en algún lugar insospechable, prontos para el transporte. El reino de Dios tampoco se veía que existiera y, no obstante, existía ciertamente. Lo más lógico era el absurdo. No se puede esperar nada de lo que la tierra suele dar cuando el hombre la puebla y establece en ella su vida, cuando las cosas ya hechas comienzan a andar y el hombre las sigue. Todavía el dragón es el animal natural de la llanura, donde pastó el milodonte. El Reciénvenido no encontraba en ninguna parte indicios que lo ayudaran a concebir el mundo como un sistema racional y continuo. El continente aparecía a sus ojos como un mundo mágico salido de un cubilete, a pesar de que era racional y continuo.




jueves, 11 de noviembre de 2021

LADRON DE MUÑECAS

por Sebastián Trujillo


Regularmente la CIA desclasifica sus archivos y el mundo logra así conocer hechos que pueden, por su envergadura, cambiar conceptos, eliminar prejuicios, crear nuevos prejuicios o simplemente ratificar lo que se pensaba respecto a tal o cual personaje, músico, político, escritor, pacifista, militar, etc. Esto es lo que me ocurrió (cambiar conceptos), cuando - interesado por saber de Pinocho-luego de más de 50 años de los hechos al ponerse a consideración de los ciudadanos interesados los archivos relacionados con la actividad de ”Los Hermanos GG” (tal como se conocía a Gonzalo y Gastón Almirón Abreo), conocidos activistas de los derechos civiles y, cual modernos Herótodos, narradores de las andanzas desconocidas de muchos de los personajes de los cuentos infantiles que durante generaciones los padres relataron a sus hijos. 

Como ya había durante mucho tiempo estudiado las actividades de ”Los Hermanos GG”, y por lo tanto tenía conocimiento que su secreto mejor guardado de Pinocho, por fin podría estar a mi alcance, apenas se desclasificaron los documentos concurrí a la sede Central de la CIA en San Martín 2250, Corrientes, DC. Una vez allí, con mucha emoción al revisar la documentación que el Jefe de la Unidad , el inefable Boris Altamirano me entregara, encontré un viejo sobre que alguna vez fuera lacrado y que se encontraba con signos de haber sido abierto hace ya mucho, mucho tiempo, al desdoblar una nota cuidadosamente guardada, no pude evitar mi asombro cuando pude leer un viejo texto de “Los Hermanos GG” cuya fecha (una primera fecha) era casi borrosa pero que se podía leer 19 de mayo de 1889 y luego una segunda fecha que se alcanzaba a leer 30 de julio de 1891 y el texto me hizo saber que lo que yo siempre había sospechado de Pinocho, era cierto, pero no por las razones que yo creía. El viejo texto decía: 

"Cuentan que Pinocho decidió recorrer el mundo. Para ello deseaba con todas sus fuerzas convertirse en un niño de verdad. Deseo tanto, pero tanto, que al final un día sus deseos se cumplieron. Cuando por fin niño fue, quiso andar y andar por el mundo. Siempre recordaba los consejos del viejo Geppetto, su creador, aquel que de un simple trozo de madera, hizo ese muñeco maravilloso, cuyas andanzas nos contaron tantas veces nuestros mayores. Recordaba principalmente las veces que Geppetto le habló del honor, de la verdad, de la honestidad, de la mirada clara y limpia. Así fueron pasando los años. Un día, al entrar a la adolescencia, y en su recorrido por los diversos paises, llegó a Nueva York. Allí quedo impactado por The Big Apple. Pronto se hizo de amigos e integró una de las numerosas bandas callejeras. Pero él siempre recordaba las enseñanzas del viejo Geppetto, sobre todo el de conservarse siempre honesto. Pasó el tiempo y un día la barra de amigos llegó a uno de los grandes negocios de la Quinta Avenida, a un GAP. Allí en la recorrida a los distintos salones, llegaron a donde se encontraba la juguetería. Entre tantos muñecos, Pinocho vio a una hermosa muñeca de hermosos ojos y mirada transparente y una boca llena de dientes -millones de ellos-que le dibujaban una hermosa sonrisa. En ese momento más que nunca fue humano, en ese instante conoció el amor. Le quiso hablar, pero no podía comunicarse con ella, pues él ya no era un muñeco. Pasaron los días y no comía, no dormía, no entendía lo que le pasaba, volvía una y otra vez al GAP y la veía, la miraba y cada vez era más linda, sus ojos más hermosos, su mirada más límpida, su boca cada vez más llena de dientes, su sonrisa cada vez más grande. Y pronto una idea loca se le cruzó por la cabeza. Se olvidó de todo lo enseñado por Geppetto, de todo lo aprendido, se dirigió a GAP y se convirtió en lo que es hoy, en algo que nunca se hubiera imaginado el viejo Geppetto, en un... ...LADRON DE MUÑECAS."



lunes, 8 de noviembre de 2021

Algunas camas...y algunos sueños

 

La primera cama en la que dormí no era una cama, era el pecho de mi vieja, que se pasó acostada durante la mitad de su dichoso embarazo, por pérdidas que amenazaban una vidita desconocida en la que depositaban sus esperanzas dos jóvenes correntinos.

Después hubo un moisés, arreglado por los abuelos, adornado por todos lados. El primer nieto tiene esas cosas, o eso dicen. Y de ahí a dormir en el auto del abuelo, un Falcon de esos con el asiento delantero igual al trasero, una contigüidad extraña en la que retozaba sin preocuparme, añorando Nirvana tal vez, mientras ellos y una de mis tías queridas me llevaban al laburo de la vieja para que me dé el pecho, en pequeñas escapadas que hacía del trabajo.

Era residente de Pediatría, la vieja, y al parecer, su Jefa -pediatra ella- no entendía de criaturas, y de estimular la lactancia materna hablaba por boca de ganso, así que yo dormía plácidamente en el asiento del Falcon, cagándome de hambre de a ratos, y otros ratos simplemente cagándome, mientras mi vieja correteaba de acá para allá buscándose un rato para pelar la teta. No me hubiera enterado de nada de no ser por el espíritu revisionista de la abuela y sus historias, que nos cantaba la vida en forma de versos chamameceados mientras el abuelo laburaba en la carnicería anexada a la casa.

Otra cama en la que soñé fue la de los abuelos, donde mis viejos nos dejaban, a mi hermano -que si bien no salió de un repollo, creció como los brotes, de la oscuridad de la tierra a la alegría del sol – y a mí, por las mañanas, antes de irse a laburar. Ahí soñaba frecuentemente. El primer sueño que recuerdo era más bien una pesadilla. Y la recuerdo porque era recurrente. Nos dejaban en el patio de la casa vieja, donde vivía una araña inmensa y se exhibía un serpentario, y rajaban para desaparecer, una habitación a la vez, hasta llegar a la puerta de la avenida Independencia. Un poco Casa Tomada, lo reconozco, aunque para mí todavía no existiría Cortázar hasta bien entrada la adolescencia y sí la angustia de la separación.

En aquella cama grande, de maderas ruidosas por las siestas, recuerdo otro sueño, uno que transcurría dentro de otro sueño, en una suerte de cajas chinas a las que Christopher Nolan sacaría el jugo cuando yo ya era más bien un poco más grande. Creo que lo empecé a soñar a eso de los seis, siete años, cuando la escuelita primaria de los curas comenzaba a hacer mella en mi cerebrito. Un muñeco con túnica, que en mi mente era Judas, que me perseguía por toda la casa, transdimensionalmente, hasta que me descubría soñando y despertaba. Pero ahí transcurría la magia. Despertaba del primer sueño para enterarme que seguía soñando, que un sueño habitaba dentro del otro y Judas andaba de un lado para el otro mostrándome sus pasadizos.

Otra cama que recuerdo de aquella casa fue la que el abuelo puso en lo que era la carnicería, después de cerrarla a fines de milenio, para dormir la siesta. De la carnicería quedaron algunas cosas, las heladeras grandes, el mostrador, la sierra que ya no cortaba carne pero seguía moldeando juguetes de madera que el abuelo hacía tan bien. Todo se fue yendo despacito, vendido para pagar el pan y la carne que antes parecía llover como maná y que ahora escaseaba entre papelitos de colores que en aquel entonces creo llamábamos Ce.Ca.Cor., ¿o eran Le.Cop.?

Y quedó la cama, una cama que el abuelo me prestaba para escaparme a leer el libreto de Don Giovanni o La Casa de los Espíritus, la biografía de Santa Evita, los Lo sé Todo que la abuela escondía en el mueble bajo el tocadiscos que no funcionaba desde fines de los ochenta. Tiempo después descubrí que el abuelo dormía ahí cuando se peleaba con la nona. Es que nada más cerrar la carnicería comenzaron algunos líos.

Después crecimos y nos fuimos del barrio, y volví a mi cama, la que me habían armado en la pieza que compartía con Gastón, en el departamento donde “vivíamos” con papá y mamá – que más bien era un aguantadero donde retozábamos por las noches- y a donde la abuela -que se fue con nosotros; el abuelo fue a la casa de una de mis primas – nos llevaba el desayuno, un cocido con leche y su infaltable pancito, antes de ir a la escuela. Los abuelos no contaron hasta mucho después que no tenían para comer en la casa. Para qué amargar a las nenas, decían. Las nenas eran sus hijas, mi vieja y sus hermanas, que ya eran grandes, pero no tenían por qué enterarse que Kika y Moncho algunos días pasaban hambre.

De la cama a la que me repatriaron nacieron otros sueños, la adolescencia y la guitarra, los amigos, los libros, la medicina, el amor esperando el 104 que iba a las 237. Pronto descubrí que no solo yo crecía, también Gastón, y los viejos, y los abuelos. Cuando volvía de la facu pasaba por la casa vieja de Independencia a ver al abuelo, que hacía las veces de paciente, con su tórax acordeonado, lleno de sonidos asmáticos. Escuchá, decía, y reía con su risa de fuelle, mientras yo metía mi estetoscopio.

Recuerdo la cama del hospital donde dormía el abuelo cuando tuvo el ACV, y las primeras noches turnándonos en un colchón en el suelo de aquel hospital construido sobre las ruinas de un hotel abandonado que hacía las delicias de los paseos de la noche. Recuerdo la mirada del abuelo, el dolor y el silencio. También la cama que armamos en su casa para que el pudiera estar más cómodo y que ocupó en silencio, por casi cinco años, hablando con esos ojos tan elocuentes y tan bellos, salpicados de sabiduría y tristeza, y en la que pasaba la mayor parte del tiempo, casi al final.

La última cama del abuelo fue la de una terapia en la que estuvo casi un mes, hasta que pudimos dejarlo descansar. El hospital era una cagada, como todos los que atienden ancianos. Todos los días, antes del horario de visita de la tarde, salía una enfermera a llamar a los familiares de Fulanito o Menganito. Todos los días moría un Fulanito o un Sultanito. Esa terapia era una sala de espera al otro lado, y esa enfermera era el heraldo de la muerte.

Una siesta soñé el patio donde el abuelo pasaba el día regando las plantas o martillando motores para sacar el cobre y venderlo a la chacarita. Soñé con la parra que plantó el viejo y que todavía está, hermosa como siempre, cada año con uvas nuevas. Soñé con Moncho, que llevaba unas viejas maletas de cuero marrón, una sonrisa bajo el bigote que le copió a Guy Williams y una boina que despierto recuerdo haberle robado con su permiso.
 
Poco después de aquel sueño, el abuelo se fue, una siesta de octubre, a dormir bajo la parra, aunque su cuerpo se despidió en aquella triste cama. Aquel día entonamos una canción que la abuela le enseñó a mamá y que ambas cantaban, en distintos tiempos, cuando nos costaba dormir.

Tú has venido a la orilla
No has buscado
Ni a sabios, ni a ricos
Tan sólo quieres que yo te siga
Señor, me has mirado a los ojos
Sonriendo, has dicho mi nombre
En la arena he dejado mi barca
Junto a Ti, buscaré otro mar
Tú, sabes bien lo que tengo
En mi barca
No hay oro ni espada
Tan sólo redes y mi trabajo
Señor, me has mirado a los ojos
Sonriendo, has dicho mi nombre
En la arena he dejado mi barca
Junto a Ti, buscaré otro mar
Tú, necesitas mis manos
Mi cansancio
Que a otros descanse
Amor que quiera seguir amando
Señor, me has mirado a los ojos
Sonriendo, has dicho mi nombre
En la arena he dejado mi barca
Junto a Ti, buscaré otro mar
Tú, pescador de otros mares
Ansia eterna
De almas que esperan
Amigo bueno, que así te llaman
Señor, me has mirado a los ojos
Sonriendo has dicho mi nombre
En la arena he dejado mi barca
Junto a Ti, buscaré otro mar
 
 

 

miércoles, 13 de octubre de 2021

N°7 Oración para dejar la pornografía. Cancionero de la Iglesia Amatista

 

Para la mesa de luz, pido la Luz

y también la calma,

otro poema, otra carta de tarot,

una flor (antes que el decadrón, por favor;

milagros, las claves de Metatrón beta2 agonista),

fósforos, el polvo de una polilla,

sistemas gráficos de expresión

un estuche, arquitectura sagrada

urbanismo místico, un pañuelo

diseño interestelar, un cargador de Pessoa;

folletos de la Universidad del Cosmos

¿te acordás, mi chinita, del puente Persona?

 

Calibán y la bruja, un metro

de metal, guardado

en una oscura oficina francesa,

con el cerebro de Hitler y el glande de Foucault,

una estampita, un sello

en un cofre de sellos,

un vaso de agua,

el teléfono de Dios.

 

Se pretenden crear las condiciones necesarias

para que los alumnos desarrollen sus aptitudes naturales

para la Comunicación Gráfica

 

Es objetivo de esta asignatura

instrumentar

el DIBUJO como herramienta indispensable.

 

El mago, la emperatriz, el papa,

al igual que el Mundo

sostienen un lápiz,

pero también el emperador

y el ermitaño

la Justicia y el Diablo,

y la muerte

y la rueda de la Fortuna

 

y qué loco el loco

diciendo algo así como:

"Toda superficie es de placer,

toda superficie es de dolor.

Toda superficie es potencia,

toda materia en definitiva es energía"

 

áreas random de prefiguración

que van desde el incienso

a los cuencos vacíos de Aquel que Vio el Fondo del Sol,

detrás de las columnas,

abriéndose a la Tierra como la cáscara del Roc

 

para la mesa de luz, entonces,

la Luz, un lápiz

la hoja en blanco de otra flor, la calma

de un poema

y otra carta de tarot.

 


 

martes, 14 de septiembre de 2021

...y las sirenas

" …Detén tu nave y ven a escuchar nuestras voces. Después de deleitarse con ellas, quienes las escucharon se van alegres, conociendo muchas cosas que ignoraban, … sabemos cuanto sucede sobre la tierra fecunda"
 
Cuenta un ciego que así cantaban las sirenas, endulzando los oídos de unos cuantos griegos, haciéndolos estrellarse contra las rocas, abrazando la muerte.

¿Qué son las sirenas? Alguna vez se las pensó como seres mitológicos, mitad humanos, mitad pájaros o peces, portadoras de melodiosas, irresistibles, e hipnóticas voces que acercarían o acompañarían hacia la muerte a cualquier desprevenido que oyera sus cantos. ¿Qué música o palabra esconde brillo tal que vivir inmediatamente después se hace intolerable o un precio razonable a pagar por la experiencia?
 
Hoy se las intuye como energías o entidades que con sus "voces" tientan a tantas y tantos navegantes, a tantos poetas, a tantos curiosos y desprevenidos de la vida. Las voces se apagan al llegar al cementerio. En los puertos usan el vocablo voz referido a las sirenas para hacer referencia al "acto mágico/encantamiento" al que son sometidas sus víctimas. Es un acto complejo, nunca simple, aunque algunas voces no dejan de ser sutiles. Las voces incluirían juegos del espectro sonoro, sí, pero también del visual, gustativo, olfativo, ¡hasta del táctil!
 
De todos modos, vivimos en un planeta en el que hasta las sirenas se han devaluado. Pobres, se hacen pasar por clarividentes, ¡sin memoria y con los ojos nublados! Algunas, incluso, también son marineras; las más tienen dos, tres trabajos, siempre un solo amo. No tienen pasado ni futuro, viven dentro de sus cantos. En la oferta de muerte codificada en sus coros ya no convidan siquiera la promesa del conocimiento. No hay caramelos, ni siquiera de madera. Solo la distracción. Eso sí, algunas veces se puede escoger entre la distracción por indignación, por odio o por miedo. La que toque primero.

Cuenta el mismo ciego que cierto grupo de griegos, al volver a su patria después de años de guerras e infortunios, navegando una barca sin nombre, tuvo su fatal encuentro con las sirenas. Parecía inapelable, el destino, pero estos muchachos lograron zafar y construirse un destino nuevo.
 
Dentro de las muchas formas que uno puede pensar un pueblo está la de percibirlo como una suerte de sueño, una historia, una construcción de muchos, que engloba sentires, percepciones, ideas, en una idea mayor, una idea de hogar emparentada con lo más sagrado.
 
Tomemos la idea del barco y pensemos un pueblo como la tripulación estable de un barco que también es pueblo porque fue construido en el corazón del astillero del puerto del que han salido y al que esperan retornar. Una tripulación que tiene una idea de hogar al que regresar. Una tripulación que sabe que el barco también es hogar en tanto el barco es presente, aquí y ahora, tiempo y espacio. Pero a la vez no olvida aquella tierra, el paraíso perdido. Y todo eso es la patria, un surco en el agua, el vaivén, una estrella en la noche.
 
¿Qué es lo sagrado? El acto, la construcción. Un pueblo se construye: un conjunto de seres puede agruparse o atomizarse. Se agrupan desde la conciencia, desde el oído atento para el amor y las historias, porque hay muchas, porque somos muchos, porque en Nosotros hay un Yo y hay Otros, tan distantes como que somos otros cuerpos, pero tan cercanos como que estamos en el mismo barco, bajo las mismas variables atmosféricas, y el sufrimiento es una verdad histórica a la que tenemos que hacer frente, porque toda vida sufre, pero las cargas no se reparten igual, y entonces las historias brotan como cicatrices, girones de una u otra soleada vida surcando la Nada, de vuelta a casa.
 
Pero un pueblo también puede atomizarse. Cantos de sirena... se entiende la tentación en tanto que es  deseo susurrado al oído: hay un poco de Eros en Tánatos, y un poco de Tánatos en Eros, algo que el pueblo chino sabe muy bien. Los tiempos están crispados, cualquier nube anuncia tormentas. Ojo, que no te distraigan. Cuando se habla de algo se deja de hablar de otra cosa. Esto es así porque la palabra ocupa tiempo y también espacio. La pregunta es de qué no sé habla cuando se habla de lo que se habla.

¿Cómo escaparon aquellos griegos? Dicen que fue la experiencia, el buen oído, atento, resuelto. Untar los oídos con cera, dice el ciego que le dijeron, un rato antes, al capitán del barco griego, un poeta de muchos senderos, de multiforme ingenio. Dicen que otro dijo: “cada uno es artífice de su propio destino”; ése no era ciego.
 
Cuentan que al capitán griego no le prohibieron escuchar el canto más íntimo de los mares, aquel canto secreto del que se especulaba con los más locos argumentos -la magia, el poder, el conocimiento, el enigma del amor; algunos, incluso, mencionan un néctar innombrable y por lo tanto incognoscible, más arcano que las sirenas-, más le advirtieron: 
 
“Tu solo podrás oírlas si quieres, pero con los pies y las manos atados y en pie sobre la carlinga, hazte amarrar al mástil para saborear el placer de oír su canción”.
 
Sensatez, amor, memoria. El buen oído, atento, resuelto, es esencial. Eso lo sabe cualquier ciego. Lo difícil es distinguir el canto que oculta la piedra entre las olas, el que esconde el bosque detrás del árbol. Comprender cuándo llega el momento de atarse al mástil o elegir la cera.

 


 

martes, 27 de julio de 2021

Gregorio

Otra puerta que se cierra,
otro fin de la Historia,

así comenzaba el gran poema que Gregorio Marman escribió en la pared del manicomio. Lo sé, estuve ahí: fui el encargado de echar llave al otro lado. Entró por voluntad propia, esto quiero decirlo. Para que quede asentado. En la Cooperativa Macedoniana nos tomamos muy en serio estas cosas.

Los primeros días de Gregorio transcurrieron tranquilos; dos paredes y un vitral estilo colonial con vista al patio lo tranquilizaban. Lo que se dice un cable a Tierra, ayudaron a bajarlo. A todos nos hace falta de vez en cuando un poco de contacto, para no perdernos. Lo mejor para dejar de mirar un ombligo es dejar de mirar un ombligo, digamos.

Practicamos la terapia homeópatica, sencilla. Como el padre de la patria. Líneas ancestrales de la medicina, para oxigenar. Las paredes de este cuarto, que atestiguan el paso de Gregorio, hoy son un hecho artístico en sí mismo y parte de la terapia, como usted puede apreciar, ¿sr...?

Recuerdo que al sexto día, hablando con Miguel, preguntó si podía salir. Era de tarde y se acostó bajo aquel paraíso de allá, a conversar con los pájaros. Al rato estaba silbando. Hizo traerse un mbaraká para enriquecer su charla y así esa tarde se convirtió en muchas. La idea del lugar es un poco mostrar la luz, la Luz como una variante de la energía, ¿entiende?

Tardes y noches conversaron con Gregorio calandrias y zorzales, un jilguero solitario, algún mirlo. Venían a verlo desde muy lejos trayendo las historias que recogían de los árboles más lejanos del monte.

Se armó una casita en un parquecito entre sauzales, cerca del fondo de la Institución. Es un artesano, arregla instrumentos. Un luthier, con la sapiencia que traen el amor y el camino a lo largo de los años.

Entendió que acá trabajamos entre todos y se puso a enseñar a los que vinieron detrás de él. El lugar es grande, como puede ver, y hay lugar para todos.

No nos gusta pensar en el modelo del arca, si entiende de lo que hablo. La idea de este lugar es la sanación por medio del conocimiento. Todo aquí es a voluntad. Nos alimentamos de lo que nos da la Tierra, a la que respetamos y honramos con horas de trabajo bajo el sol, los que quieren, los que pueden, los que tienen voluntad. La cultura es una rueda, ¿sabe?

No intento venderle nada, usted es periodista, lo entiendo, hace su trabajo. Nosotros trabajamos con manifestaciones de energía. De todos los géneros tenemos telas: tenemos poetas, magos, músiques, bailarines, pintores, escultores, telarines, artesanes, urbanistas, madres, abuelas, historiadoras e historiadores de lo cíclico. El sol sale, el sol se esconde. Nosotros no percibimos que el Sol se mueva. Esto responde a los tiempos del Sol. El Sol se mueve más lento de lo que nosotros nos movemos alrededor de él, porque el Sol nos mueve con él. Gracias al Sol somos y tenemos conciencia. Son investigaciones serias. Sí, sr..., también tenemos investigadores.

Cuando dos líneas se cruzan, escribió Marman, forman una estructura. En un círculo está la noción de contenido; en el punto, la de concentración. Nótese que en un semicírculo se esconde la idea de receptividad, pero también la de la sensibilidad; aquí entran los sentidos. La línea impulsa, la flecha direcciona; en la línea hay movimiento. Escribía en un lenguaje muy viejo, Gregorio, con olor a estrellas, si me permite.

Disculpe, ¿me repite a qué se debe su visita?

miércoles, 16 de junio de 2021

16 de Junio


 

 

(extraído de El Paraíso de las Delicias. Suiciudades, Moglia Ediciones, 2020)

 

Alpargatas y machetes, cantó. Avioncitos, pequeños planeadores de papel, sociales, horrorizaban a pobres paladines de la verdad, la justicia y la fuerza monopólica. Adiestraban al perro en el uso monofónico de la fuerza, picándoles el disfraz de hombres el odio, mientras observaban el vuelo de planeadores metálicos desde los que dejaban caer las bombas (no eran metáforas) las concentraciones corpusculares, grasa, sobre las calles.
 
Los fusilamientos ocurrían (y ocurren), primero, fuera de los libros de historia, se recordó, como retándose. La resistencia ancestral quemaba llantas en medio de la calle; bigotes aparecían en todas partes, donde la lluvia cayera --rincones de suelo fértil para estimular el crecimiento de especialistas en el uso del As de Bastos (jugadores profesionales de truco vegetando en diversos think tanks, cuarteles, batallones, casinos de oficiales).
 
Cosas que en manuales de cuarto grado entran en un párrafo ocurrían en las calles. En las radios vibraba, como una fina cacofonía, lo que ahora  --ahorita no más--, no debe ser nombrado:
está prohibido, como la pronunciación de las haches, o el uso de los distintos husos en las comunicaciones, hachas activas en la tala indiscriminada de árboles en bosques de artificio que se construirían en homenajes a la espontaneidad de la naturaleza liberal de la naturaleza y que llevarían nombres como Reserva Nacional de Pymes; cuidan a los arbolitos casi extintos, pensó, y por cada botellita de Coca Cola que compres, plantan una pequeña pyme, con un par de coadyuvantes y conservantes en la tierra.
 
Estamos más allá del borde, se dijo, a punto de cruzar la calle, por saltar al río de asfalto donde zumban artilugios de metal y ruedas, energía por la cual se ha dejado, o se ha escondido, la tracción a sangre. Escondido, retrocedido en el tiempo.
 
Ya no son visibles, ni los caballos, ni las manos de los obreros. La tristeza es sepultada y regada, como una semilla es enterrada en la tierra. Una tierra que vendría a ser, según nos venden, la de la sonrisa: la revolución de la alegría.
 
La canción se escapó a través de una ventana, sigilosa, vibrando un acorde de 7 y 6 de copas, envido, envido, ¡falta envido!
 
Los muchachos seguirán rezando un breve nombre, recogiendo girones de una vida anónima que será todas las vidas, un granito de arena en el decurso arenoso del Tiempo. El borde del manto del mito duele; está hecho con la piel de los días, el paso de años a los que fuimos regando con nuestra propia sal.
 
La historia de un país resumida en la mítica imagen de la fe en las banderas, ondeándose, ondulándose en los cielos: los días más felices. Un movimiento popular, el parpadeo. Pensó que parpadear era algo que ocurría, casi siempre, de forma inconsciente, mecánica. La eficiencia del perfil maquinoide del cuerpo, reflexionó.
 
En la vereda, se repartían revistas...
 
¡Mundo Pangeísta!, gritaban los canillitas. ¡Mataron a Duarte! ¡Bombardearon la plaza, trescientos hermanos muertos!
 
Como aquella vez, una fisura (prefabricada, artificial, siempre del lado del odio), nos divide y nos somete, pensó. Nos atomiza.
 
A usted, a mí, a cualquiera, a todos, mansos transeúntes del amor, pequeñas orgullosas hormigas vibrando la piel del bondi, un colectivo cué llamado pueblo --el cartel en el vidrio reza un tímido y valiente número 2--; traza un recorrido circular, el circuito deja su marca-tatuaje en el curso y formación de ciudades, y hurgando la arteria caliente de la civilización hace aparecer, como en un acto de magia, un sendero sencillo: la barbarie, enterrada, hasta el fondo. Algo del orden filogenético.
 
Hay una imagen que recorre los cielos, se dijo. Por los días más felices, el parpadear se dejaba degustar dulce, tranquilo, salvaje. Eso era poética peronista, el rimbaudiano concepto de la patria en el Otro, la magia macumbera del humo de los choripanes, un calor salado... de cuerpos, lijando las calles, fluyendo las calles, lubricando las calles por las que pasaba el colectivito.
  
La cultura es una rueda con la goma pinchada, dijo el canillita. La historia es trasmitida por cajas de empatía (Wilbur Mercer, SRL), esquizoides domesticadores de la humanidad nos envuelven, nos rodean el camino, nos acechan, nos someten y nos azotan, ¡cuidado!
 
Entre los dos pares de párpados había una línea. Lo que llamamos horizonte, para ponernos de acuerdo, para establecer la convención de que nos entendemos, que conversamos. Pero el horizonte no era el mismo para NosOtros, digo... para Unos y Otros.
 
Hay un masoquismo extraño en el hecho de respirar, pensó, acomodándose el cabello. Cada inspiración trae su espiración cafiola, acercando el barco de la muerte.
 
La limosna es el placer de los ricos, gritaba el canilla, para nadie. Es simple ostentación de su riqueza. 
 
La barbarie molesta, pincha, lastima códigos de ética y estética escritos en piedra.
 
¡Diario! ¡Diario!
 
(2017)