sábado, 14 de enero de 2023

Albert

 

 

Saludos a Pompadour, dice Alberto, comiendo una napo a caballo entre sus mil puchos e ideas. Matando enanos a garrotazos es un título bien ganchero. Voy a escribir con nubes tu nombre, voy a soñar con tu cara hoy. Tengo el mate de los futbolistas, pinté un gato negro en la pared, otro viene a frotarse entre mis piernas mientras pienso en Sade y todo lo que nunca quiso saber sobre sexo, escribe en el cuaderno mientras ella duerme y Copo de Acero va y viene con la delicadeza de siempre, la de las malabaristas rusas, la de la ceniza ninja. El sol sale temprano como en todos lados, es cuestión de esperar, dejar correr la negra noche del alma a puro corazón y piel, palabra y músculo.

Un segundo después de haber leído a Laiseca, justo después de la sed, uno queda reflejado y se da cuenta. De lo que es, de lo que no. La máquina ya estaba inventada y uno era un trucho, nomás, un falaz trasnochado que no puede más que robarle horas al día, que de escritor no tiene nada, apenas un chichi, otro hombre mediocre más.

Calíope querida, disculpá. Ya ves, viniste al pedo, nunca quise llamarte. Entiendo a Homero y otros eglogistas de Paris o Itaca, pero a partir de hoy el mío es otro viaje, la mía es otra vuelta a casa, otro darse cuenta que lo mejor que puede ofrecer es aquello de lo que el mundo ya está saturado.  Llegamos al punto de la hipertensión, la sal ya perdió su sabor.

La verdad, Joyce podrá haber sido un tipo muy delicado pero no dejaba de ser otro perverso del Lenguaje, más allá de toda vestimenta  y juegos que harían sonrojar a cualquier amigo de Bertrand Russel que se precie.  Tomando el agua fría del termo del tere estoy, esperando el Lucero, pensando en Cristo, en Su Divina Sed. Eso me pasa por entrarle a la Obra como un mejicano, ¡es que no me tienen paciencia!

En fin, el viejo Laiseca lo dijo todo. Para qué te voy a mentir, viejo, piensa Alberto, te sigo desde I-SAT, nomás, no te había leído nunca y mirá, acá me tenés, honrando tu memoria antes de llegar a la página 100 del Jardín de las máquinas parlantes, siendo otro esclavo lamborghineano que se arrima a tu templo por la Risa, la larga etcétera de todos estos años. No creo haya sido el caso, pero tan grande es tu figura, Albert, que hasta te imaginé cultivando psilocybe usando como sustrato las hojas podridas de Scott Fitzgerald, ¡qué manera de hacerte entrar en ambiente!

Alberto se deja el bigote en honor a Super Mario recuerda que escuchó el rumor de una película y en silencio clamó justicia. Tiene una tristeza tremenda debido a la disinergia, piensa en la Anti Energía que busca engullirlo todo. Otro pasaje lamentable de la iluminación, se dice, toda luz en exceso ciega, daña la visión. Ya lo dijo el profe Beto en A Starosta. Tiene alto porcentaje de snobismo y, como buen provinciano, llega tarde para algunas cosas y demasiado temprano para las demás. A los blogs le encontré la gracia de grande, dice, para mí la vida estaba afuera y, cuando dentro, en los foros tipo elforro.

Se van, la sed y los mejicanos y la idea del sexo, de la mente del Último Escritor Malo, mientras observa con Lucifer sentado a la mesa el amanecer naranja de Santiago del Estero, uno que el gallo viene avisando de hace rato. Maúlla el gato en la pared, se despereza algún perro. Lo nuestro no era el realismo socialista, había sido, escribe, pensando en Laiseca, ni el gitanismo mágico, sino más bien el realismo delirante para el que hemos sido convocados por la Poesía.