viernes, 26 de agosto de 2022

Exorcismo de Jorge Holandés

 

 

 

El cielo sobre los durmientes, el sueño

 

otro sueño durmiendo panza arriba

el sueño de la muerte en noche,

sin mucho ruido, con el coro de grillos

y el susurro del río que se va.

 

La milicia me viene a dar con los lienzos bajos.

Recién vengo de mear mirando el cielo del monte,

un cielo de monte que es lo último que queda de monte,

me escuchó bien, del monte

sólo quedó el cielo, a bien decir,

el cielo sobre los durmientes.

 

Escribo en el reverso del boleto de vuelta

dando media vuelta en homenaje y vindicación

la pasión pintaparedes argentina 

viva Méjico, cabrón,

al Pity Martínez, al doctor Álvarez, a Luis Miguel,

a Marcos y a(_)l(os) Chavo(s), 

¡salú!

 

Uno juega entre cuatro altares, a veces:

cosas de mates cosidos y cocidos.

 

Otra crisis de exilio calamar, dos Romeos

enfermos de cuadrofenia

observan un cuadro

de un fantasma que adora las transformaciones.

 

Otro cadáver sobre el camino, comenta uno,

una especie de lección periurbana y macrocósmica a ser aprendida.

 

La milicia viene a darme el cielo sobre los durmientes,

asoma la oferta aristotélica de otros arrabales últimos,

sin cacerolas de recoletas ni vecinos en barrio parque.

 

A cambio quieren mis manos,  si usted puede creerlo,

con sus dedos mordidos en los que apenas quedan uñas,

dedos flacos de una mano flaca, tajeada por juegos crueles y violentos,

que han tensado hasta el extremo las delicadas cuerdas del dolor y del placer,

¡éstas manos quieren!

 

Quieren los ojos miopes y astigmáticos que (no) han visto todo y que pronto quedarán ciegos, inútiles, casi inmóviles vistiéndose de nubes, ¡éstos ojos!

Quieren los oídos maltrechos y secuelados por algún virus, apagándose en la nada un trueno, un tinnitus de silencio, abro la cancel y cada vez hay menos ruido ¡éstos oídos que envidiarán al Silenciero quieren!

Quieren la lengua que pronto quedará seca, petrificada como la de algún loro que aprendió alguna cosa,

aquella que le daba la galletita de Silver, ¡ésta lengua!

 

Quieren el Cuerpo que todavía busca Nancy entre indicios y artículos de plomería lacaniana,

quieren mis sueños y perversiones,

quieren la última gota de mi voluntad,

lo que me hace un Ser y me conecta con el Todo.

¡Ésta Alma!, ¡Éste Cuerpo!

Quieren las balas, quieren las perlas, quieren el incendio.

¡Ésta Alma!, ¡Éste Cuerpo!

 

Hace un tiempo robaba comida,

aunque no lo crea,

acá nomás, del galpón del Enrico.

Ahora, así como me ve,

panza arriba a la vera del tren,

toy meta leche todas las noches,

el gatito de mamá,

jugando con un metro,

cacheteando al Diablo,

huyendo de las hordas de tambores

que traen los dientes

y la Salamanca.

¡Ésta Alma quieren!, ¡éste Cuerpo!

Y puedo decir

que lo que piden es barato

a cambio del sueño.

 

Otro tedio akahatá, dijo Romeo,

parece un agujero negro y blanco pintado en blanco y negro.

 

La milicia viene a darme, en la biblioteca saben

que les debo aquel de Stendhal,

y el de Faulkner,

y el de Walsh, que se comió el perro,

el verdadero eternauta irguiendo la pregunta

para el Ser y por el Ser

de un ser que se salvó del fuego

a un ser que se salió del fuego.

 

También hay otro libro

uno con la Sagrada Geometría

soleándose prendida al tendedero,

como otro desierto que habitar

que viene como la marea,

con sus olas

y sus fantasmas

sus fuerzas preternaturales

sus totémicos ritos,

su mefistofélica mística

y sus tambores esclavos

que claman

desde el fondo de la tierra.

 

Más bien, dijo Romeo,

parece un agujero blanco y negro pintado en negro y blanco,

como una moneda querida

que se fue en vaya a saber qué paga

o empeño.

 

La eterna pregunta del ser

en los años del Fuego

esperando la llegada del Barquero

en el polvo y la lluvia

y la tiniebla.

 

A la vera del tren, un gato mocho,

un monigote sordo

como los ecos del tiempo en los charcos de los esteros,

sin mucho ruido, con el coro de grillos

y el susurro del río que se va.

 

 


sábado, 6 de agosto de 2022

Pago chico (Siguiendo los pasos del Maestro)


 

 

Polvareda de Joyas

 

 

Le dije a Aparición que la poesía podía ser

        una canalla

y ella me contestó:

— Soy alazana como una avispa de mar,

        de monte, o de tus rodeos criollos.

Soy tu caballo.

El poeta es el balsero que cruza a veces a 

        los hombres.

El amor y la muerte tienen la bravura natal

        de la poesía,

y te esperan en un áspero y delicado espartillar

       del espacio de arena y agua del Campo

       Real,

donde se peinan las doncellas de la canción

       solar

 

Mi orfandad transparente danza en el fuego natal

      del infinito.

 

Desaparezco con un sombrero de espuma sangrante,

      llamada por las hadas marinas,

pero vuelvo navegando en transporte de corales.

 

Soy una mujer con olor a polvareda de joyas de las

      hadas

ardientes y concretas de la vida y de la muerte.

 

Te miro, y con los ojos de topacio trataré

     de aclararte que yo soy la poesía:

una Fiesta

y a pesar de todos los extirpadores soy la tradición

      de todos los colores.

 

******


Las mismas canciones


Las canciones que he escuchado cantadas

       bajo la luna de otra gente,

muy lejos del país de la garza real,

y que hoy esta luna entrega al resplandor

       del laurel,

que invade al amarillo esteral,

una sonrisa morena traen a mi memoria,

y arde el sueño en una estación de trenes

      que se detienen junto al mar.