viernes, 29 de junio de 2018

Esse est percipi



por Maradona y Caniggia




"Viejo turista de la zona de Nuñez y aledaños, no dejé de notar que venía faltando en su lugar de siempre el monumental estadio de River. Consternado, consulté al respecto al amigo y doctor Gervasio Montenegro, miembro de número de la Academia Argentina de Letras. En él hallé el motor que me puso sobre la pista. Su pluma compilaba por aquel entonces una a modo de Historia panorámica del periodismo nacional, obra llena de méritos, en la que se afanaba su secretaria. Las documentaciones de práctica lo habían llevado casualmente a husmear el busilis. Poco antes de adormecerse del todo, me remitió a un amigo común, Tulio Savastano, presidente del club Abasto Juniors, de cuya sede, sita en el Edificio Amianto, de avenida Corrientes y Pasteur, me di traslado. Este directivo, pese al régimen doble dieta a que lo tiene sometido su médico y vecino doctor Narbondo, mostrábase aún movedizo y ágil. Un tanto enfarolado por el último triunfo de su equipo sobre el combinado canario, se despachó a sus anchas y me confió, mate va, mate viene, pormenores de bulto que aludían a la cuestión sobre el tapete. Aunque yo me repitiese que Savastano había sido otrora el compinche de mis mocedades de Agüero esquina Humahuaca, la majestad del cargo me imponía y, cosa de romper la tirantez, congratulélo sobre la tramitación del último goal que, a despecho de la intervención de Zarlenga y Parodi, conviertiera el centro-half Renovales, tras aquel pase histórico de Musante. Sensible a mi adhesión al once de Abasto, el prohombre dio una chupada postrimera a la bombilla exhausta, diciendo filosóficamente, como aquel que sueña en voz alta:


-Y pensar que fui yo el que les inventé esos nombres.


-¿Alias? -pregunté, gemebundo-. ¿Musante no se llama Musante? ¿Renovales no es Renovales? ¿Limardo no es el genuino patronímico del ídolo que aclama la afición?


La respuesta me aflojó todos los miembros.


-¿Cómo? ¿Usted cree todavía en la afición y en los ídolos? ¿Dónde ha vivido, don Domecq?


En eso entró un ordenanza que parecía un bombero y musitó que Ferrabás quería hablarle al señor.


-¿Ferrabás, el locutor de la voz pastosa? -exclamé- ¿El animador de la sobremesa cordial de las 13 y 15 y del jabón Profumo? ¿Estos, mis ojos, le verán tal cual es? ¿De verás que se llama Ferrabás?


-Que espere -ordenó el señor Savastano.


-¿Que espere? ¿No será más prudente que yo me sacrifique y me retire? -aduje con sincera abnegación.


-Ni se le ocurra -contestó Savastano-. Arturo, dígale a Ferrabás que pase. Tanto da…


Ferrabás hizo con naturalidad su entrada. Yo iba a ofrecerle mi butaca, pero Arturo, el bombero, me disuadió con una de esas miraditas que son como una masa de aire polar. La voz presidencial dictaminó:


-Ferrabás, ya hablé con De Filipo y con Camargo. En la fecha próxima pierde Abasto, por dos a uno. Hay juego recio, pero no vaya a recaer, acuérdese bien, en el pase de Musante a Renovales, que la gente sabe de memoria. Yo quiero imaginación, imaginación. ¿Comprendido? Ya puede retirarse.


Junté fuerzas para aventurar la pregunta:


-¿Debo deducir que el score se digita?


Savastano, literalmente, me revolcó en el polvo.


-No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores, ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del 37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman.


-Señor, ¿quién inventó las cosas? -atiné a preguntar.


-Nadie lo sabe. Tanto valdría pesquisar a quién se le ocurrieron primero las inauguraciones de escuelas y las visitas fastuosas de testas coronadas. Son cosas que no existen fuera de los estudios de grabación y de las redacciones. Convénzase, Domecq, la publicidad masiva es la contramarca de los tiempos modernos.


-¿Y la conquista del espacio? -gemí.


-Es un programa foráneo, una coproducción yanqui-soviética. Un laudable adelanto, no lo neguemos, del espectáculo cientifista.


-Presidente, usted me mete miedo -mascullé, sin respetar la vía jerárquica-. ¿Entonces en el mundo no pasa nada?


-Muy poco -contestó con su flema inglesa-. Lo que yo no capto es su miedo. El género humano está en casa, repatingado, atento a la pantalla o al locutor, cuando no a la prensa amarilla. ¿Qué mas quiere, Domecq? Es la marcha gigante de los siglos, el ritmo del progreso que se impone.


-¿Y si se rompe la ilusión? -dije con un hilo de voz.


-Qué se va a romper -me tarnquilizó. -Por si acaso, seré una tumba -le prometí-. Lo juro por mi adhesión personal, por mi lealtad al equipo, por usted, por Limardo, por Renovales.


-Diga lo que se le dé la gana, nadie le va a creer.


Sonó el teléfono. El presidente portó el tubo al oído y aprovechó la mano libre para indicarme la puerta de salida."


(Malleus Maleficarum)

por Nayla Zárate

Curioso que Cristo haya maldito el árbol porque no dio frutos, cada cien años el arquetipo del verbo en el camino de la redención, fundiéndose el círculo de la cruz. Tu San Ernesto de la Higuera colgado en el pecho, bajo mi bufanda azul, decía una música, el martillo de las brujas, el Indio lo volvió a hacer, quemando las turbinas. La oyó decirlo, había algo raro en las palabras, una incorrección que iba más allá de la política, que se quedaba más acá, en la vereda, que hacía doler los ojos, un oyente que se llenaba la boca de revolución y no entendía que tenía que aprender hasta pasar de la vereda de la ortografía, a quién le parece que a la Rebolución le importa la ortografía, si no aprendés a abrirte a la Tierra, a rascarte donde no pique, tu revolución necesariamente va a ser la del super, la que ellos te dan como pastilla para que duermas tranquilo, le decía la chola, mascando coca, pasando mercaderías, de Villazón a la Quiaca, por el río somos los sobrevivientes, los Gendarmes son malos, te sacan las cosas, te piden el peaje, brotan hasta de entre las piedras los muchachos verdes, decía la chola, y se iba sacando los abrigos escondidos bajo la pollera, el trenzado cabello ancestral, la cara llena de sol, pasando por la frontera con el diario del Che entre las piernas, la boca llena de poesía y llena de coca, gritaba: ¡Biba la Rebolución!


domingo, 24 de junio de 2018

En las calles de Costa Rica


por Marcos Gunn


Independientemente del resultado, pensaba Saúl, el árbol no debiera tapar el bosque. Aunque si somos campeones, se dijo, se olvida todo. La alegría no es sólo brasilera, el milagro argentino siempre se espera. Pero algo tendría que cambiar, si el destino no es la gloria, necesariamente será Devoto. 

Esto ya viene de hace más tiempo que el 38-38. Señales de algo podrido, sobre lo cual el futuro empieza a abrirse paso, a pesar de no pensarlo, de hablar del futuro de la boca para afuera, y cuando las papas queman se borran. No llevar a Lautaro Martínez, para muchos fue una mala decisión, por lo que representaba. No foguear una promesa, llenarse la boca con el planeamiento, con la previsión, y al mismo tiempo, cuando les toca, no seguir haciendo escuela, pensando, no tan lejos, en Qatar. Esa pequeña decisión, muestra que todo ha estado roto desde hace tiempo.

El impecable análisis táctico y político del Cholo Simeone, un Moriarty cualquiera, doñas Rosas hablando afuera del estudio de televisión, todo muy acartonado, y sin embargo, también hay pedacitos de luz, imaginar a Dybala tomando el puesto de Messi, convencer a un Messi en la lona de ser actor de reparto, para dar más luz, al estilo del Tata Martino, aprendés a ser jugador de fútbol cuando aprendés a caminar la cancha, pensó Pasquini. Poner el talento de Messi al servicio de alguien más, de un pibe, imaginarlo manejando otro lenguaje con la cancha, con el equipo, con los rivales.

El futuro promete días interesantes, se dijo, el fútbol argentino no está muerto, qué se puede hacer, salvo ver películas, y se encontró, perdido, en las calles de Bazterrica.






domingo, 17 de junio de 2018

Llorando en el espejo: Clics del exilio, el país de las maravillas.



por Nayla Zárate






I.

Te siento, 
y aún sin verte, veo
tus ojos, tras esta pared,
ahí, a mi alcance
y sé que estás, 
mirando otra pared,
otros ojos quizás,
viéndome, presintiéndome,
con seguridad, garabateando 
la espera

te siento, 
en el desorden de algún cuarto
poniendo letra al desconcierto
de ropas 
y demás cachivaches
y te busco, sin buscarte,
y sé 

que estás ahí,
esperando sin esperarme,
haciendo lo que sea que hacen
los que esperan
en ese limbo sin tierra,
torciendo y zurciendo,
papeles y palabras.





II.

Caminando, ¿cómo más?, por calles pedregosas y anticuadas. ¿Cuántos años tendrá, la calle, la ciudad? Y para mí, para un Yo, todo tan nuevo, tan recién bajada del avión, tan fresca, como el fresco aroma a lluvia, que es igual en todas partes. El viejo continente, ¿cómo habremos llegado hasta acá? Digo habremos, porque a pesar de físicamente estar tan sola, traigo a cuestas el recuerdo vívido tan vivido, tan… pesado, que puedo reemplazar todo lo que me rodea. Estos edificios viejos, por otros edificios viejos. Gente que no conozco que cruzo por las calles, por gente que no conozco que crucé por las calles. El café hacia el que voy por otro café. Casi, casi hasta puedo reemplazar la silla vacía que seguramente esperará frente a mí, por una imagen conocida, fraternal, casi. Casi puedo perpetrar una mágica ilusión que tiña una fresca saudade, que devuelva una vieja sonrisa plateada. Mientras caminamos, las similitudes. Las calles son frías en todos lados, y la garúa, tan fina que da gusto, también está acá y del otro lado del charco.

Caminando, con paso lento calles nuevas, verde grisáceas, agolpadas de suizos o vaya a saber qué nacionalidad tengan los fulanos, me siento cómoda. El espacio entre las nubes grises y el suelo está cubierto de agua y de íntimos acordes de guitarra, Joni Mitchell suena en todas partes, entre los espacios vacíos. Bah, no vacíos, todo el mundo sabe de las propiedades del sonido. Bla,bla. Qué hermosa imagen, rebosando vida. La música, las calles, la gente, el Yo, todo se conjuga en este desconocido lugar, haciendo los primeros pasos en el nuevo mundo, nuevo para mí, este viejo continente. Qué hago acá. No sé.

Del otro lado del charco quedaron muchas cosas. Recuerdos, más que nada. Otro terroncito de afecto en el café, yes, thanks. Así las cosas, mejor que queden atrás los recuerdos. Otro tanto, de todas formas, vino conmigo, subió las escalinatas del avión conmigo, impregnado en la ropa, en el cabello, en los ojos. Va a ser difícil borrar todo, dejarlo todo. Se impone intentar. Supongo que también algo te dejé, un par de libros, la puerta abierta hacia nosédónde. Hoy sos un borrón, una sonrisa flotando en la oscuridad, un potencial, gatito de Chesire. Te perdiste, o nos perdimos. Andá a saber cómo fue. Me tengo que ir, las últimas palabras que escuché salir de tus labios. Por supuesto, no fueron las últimas, porque nos vimos después un par de veces más. Pero fueron las últimas palabras en mi corazón, luego ya estabas ido. Me tengo que ir todavía sigue rebotando en las paredes vacías en las que solía estar un recuerdo completo. Ahí nomás, dejé mi manifiesto, casi como testamento, regalé un recuerdo, un hasta siempre, un “esto es lo que quería para nosotros”, y eso fue todo. Se terminó. Seguimos en contacto, por supuesto, porque éramos más que lo que éramos, aunque no lo supiésemos, aunque nunca lo valorásemos. No lo valoro en su totalidad ni aún ahora, imagínate. Creo que éramos más que lo que éramos porque habíamos sido antes, porque ya nos pensaron antes, porque somos desde siempre y tal vez seremos hasta el infinito. En ese potencial nos quedamos, en ese pudo ser, porque fuimos cortando de raíz lo que sabíamos que no tenía ni pies ni cabeza, lo dejamos ahí porque yo ya lo había visto, porque vos lo habías intuido, pero siempre quedó el fuego, incluso hoy, que ya casi ni nombre tenés, sólo la sonrisa. Y algún que otro recuerdo, un dibujo. Todavía sigue el fuego, porque ese fuego estaba antes que yo, antes que vos. Quizás todavía lo sientas por ahí, cuando me ves entre tus cosas, en un par de palabras, en esa boina, en la loca música, un vicio más. Influencias, lo que sea. Sobre todo, me ves en la calle, quiero pensar, entre los chicos que juegan a las escondidas, al ladrón y al policía, a la rayuela. Y vos queriendo meterte a jugar, sin poder, porque nunca supiste ni vas a aprender nada, por más esmero que pongas. Nunca aprendiste a desprenderte, de los velos, de prejuicios que prometimos no tener entre dos pares de pupilas, y que. Sin embargo. No pudiste aprender. Ninguno de los dos en realidad. No sé por qué asalta el recuerdo del no recuerdo, del vacío, justo acá. Un hueco de dos palabras que dice lo que quieras, justo acá. Quizás por eso viene una al presente, para acrecentar la memoria, para pintar ese plateado y darle un poco más. De presente. Tiempo, regalo, lembrança, imagen. Quizás, fingir venir a olvidar lo que resta olvidar para venir. A recordar lo poco que se puede recordar. E inventar lo demás, llenando el espacio entre islas, un poco de arena, un par de acordes, una palabra. Hay que pagar este café. Todo está tan caro.





III.

Después de siglos de rigor,
por calles duras, de piedra, 
de frías ciudades,
con la nariz enterrada 
en la bufanda azul,
bajo luces naranjas, 
la oscuridad en ciernes, yace 
sobre escaleras solemnes
esperando, la llegada del Sol.

Entre tanta ausencia,
tanto rostro sin color,
tanto corazón sin calor,
perdiendo el instinto,
vacilando en sinsentidos,
algunos buscan 
otra vereda,
otro atajo para salir,
pernoctando junto al estuario,
soportando entre frágiles dedos
los cabellos de una viuda negra.



IV.

Bajo la negra oscuridad de un plato de café servido para un perro, en eterna espera de una flor, de un corazón, no vale la pena, una revolución sin bailes. Es un escozor que llega desde dentro del cerebro, que no permite perdón. Viviendo en Ginebra en ginebra, la locura es portátil, un rico caldo. Aunque genere odio las verduras de goma que tiene. Vegetales deshidratados, dice la etiqueta. Entonces devoramos musicales rojos y negros, banderas de un octubre en naftalina, agotado ya, prostituido tantas veces. Una pobre princesa de arrabal casada de palabra –de palabrita nomás- con el amable lumpen de la otra cuadra, ese que ahora andará muerto de frío bajo sus decenas de grasientos abrigos. En estos turísticos días por la turbulenta reciprocidad de las tocayas, leo tanto, y tan rápido, que parece que tropiezan las letras de una palabra con el final de otra, esas perlas negras entre blancas finas telas de marfil, tan suaves, tan maleables a las manos, es como palpar el agujero del fondo de la bolsa del gato, mirá lo que te digo. Del fondo del agujero, hermano. Palpar. Absolutamente estúpido. Y voy metamorfoseándome en personajes de libro. Parece que estoy mirándome desde arriba, viendo como caen las gotas de vida sobre el pálido papel formándome, miles de puntos uno sobre otro, uno al lado de otro formando una línea, cada línea formando una letra, cada letra una palabra, tan rápido, tan intenso, que entonces una. Un Yo, en este caso, comprende de repente que tiene que existir un destino. ¿Será posible, será real, la presencia de esta sensación?, el puente formado entre una realidad y su paralelo, el pasado y el presente, se hace casi perceptible, y este aire de epifanía, de intento de debate mental aparenta tener sentido. Y así soy, pertenezco y vivo, observo y soy observada, estudio y soy estudiada, en caóticas páginas. Entre las hojas vírgenes de mi historia, hay otras que tienen unas pocas letras, algunas casi hasta forman palabras. Todavía la relación, el balance de lo escrito/por escribir está desarrollándose, y todo está tan retoño, que da gusto la disociación, el mirar, el auténtico backstage del universo .Siendo precisos de un universo. Siempre quise un árbol. Hoy por fin tengo un árbol, pero lo voy a esconder durante un tiempo para que no sospechen. Los censores del tiempo, que no sospechen. Hay días como hoy en que simplemente la tarea más correcta quizás sea atornillar una canilla al cerebro aunque más no sea para cerrarla. Está perdiendo, che.

lunes, 11 de junio de 2018

Conversaciones contra la raya


por Marcos ‘pupila de náufrago’ Gunn







a todos los laterales, 
a los distraídos de siempre;
al Corvino, gracias 

Sócrates. Además de amigo imaginario de Platón, plateada idea de filósofo, 8 fantasma, jugador de fútbol. Sócrates, jugador de fútbol. Mediocampista inteligente, distribuidor adentro y afuera de la cancha.
No quiero hablar de Sócrates, siempre se lleva los focos. En el equipo de los filósofos, los existencialistas juegan en las bandas. Contra la raya. Todo el mundo sabe que después de la línea de cal no existe nada. O existe la Nada. ¿Mejor?
Los laterales existencialistas, funambulistas haciendo equilibrio en esa delgada línea. A veces la pelota sale de la cancha y saltamos hacia la Nada a buscarla, para meterla de nuevo en un... ¿cómo se decía antes? Ah, sí, saque de banda.
Soy lateral derecho, el 4, a la vieja usanza. A los futboleros no nos toquen los números, el 4 es lateral derecho; el 5 mediocampista central, tapón, corte y distribución; el 9 es el egocéntrico goleador, el romperredes, el punta; el 10 es el mejor, el más creativo, el tipo con más imaginación del equipo.
Juego de 4. Mi equipo es una aplanadora, golea todos los partidos. El último lo ganamos 6-1, un trámite. En realidad… todavía no termina. Pero no va a pasar más nada. El futbolero lo entiende, hermano. En partidos como este, un lateral no tiene mucho laburo, como se imaginarán.
Y tiene mucho tiempo libre. Para conversar, con el pasto, con el viento, con la tarde que va cayendo. Aunque ante espectáculos como el atardecer sobran las palabras, eso está claro. Pensar en Dorothy, otra funambulista de puentes amarillos.  Asociación de tres conceptos, hasta parece fútbol. Fútbol abstracto, Dalí jugando de 11.
El gran objetivo es ganar la Copa. Jugamos contra rivales muy jodidos, eso lo sabemos. No subestimamos a nadie. Por eso goleamos los partidos, nunca bajamos la concentración. Fijate, por ejemplo, el último partido: minuto 80 más o menos, hizo gol hasta el aguatero y el 9 no había tocado una sola bocha todavía. Nuestro mejor player, el enganche, el capitán, tampoco había hecho goles, y en una de las jugadas, precisamente esta de que te cuento, cerca del minuto 80, se acercaba al área con pelota dominada, para su pierna buena. En realidad… no tiene pierna buena, tiene una pierna excelente y la otra sobresaliente, pero bueno, con la mejor de las dos. Esto lo estoy viendo desde atrás, a la derecha. No sé qué le pasa al pibe, es el mejor y se resbala. Está meado, no puede hacer goles últimamente. Se resbala en la puerta del área, la jugada se diluye. Pero por algo es el 10, el pibe, el más creativo. Ve al 9 haciendo la diagonal. Esto está pasando en una milésima de segundo. Y desde el suelo se la pone detrás de la zaga central. ¡Desde el suelo ve una diagonal y la toca! Y el 9  rápido, inteligente, eficaz, la primera que toca. Su primer contacto con la bocha. Es derecho pero la agarra de zurda, hambriento. Con el empeine tirando a tres dedos. La clava adentro. Golazo. Ese fue el 6-1. Apagá y vamos.
Pero quedan 10 minutos y hay que seguir jugando. A lo mejor el crack aprovecha y se saca la mufa, quién sabe. El partido se va hundiendo en el sopor de lo que en los catálogos futboleros es un partido liquidado.
Por fin, dirían los paraguas, después de 6 nos bajan la persiana. Pero nosotros respetamos a todos. Los respetamos haciéndoles 6 goles. Bajándoles la caña, porque el fútbol es un estado de ánimo.
Lo peor de ser lateral derecho es la vuelta, mirando el pasto, cortando los yuyitos. Pero está lindo el mundo, so far. Aunque es muy difícil encontrarle explicación. Epa, el mundo se ha vuelto 2.0. Y capaz estoy llegando tarde y ya debe andar por el 5.0.  Maldita sea. El mundo es una irracionalidad, de todas formas. Una pesadilla a la que le ponemos una explicación. Una serie de convencionalidades, de rayas. Como las letras, esos dibujos raros. O la pelota.
El universo es un lugar muy grande, por alguna convergencia hay que intentar explicar algo que no tiene explicación. Que es simplemente la demencia. Una serie de irracionalidades. Una cosa japonesa. O algo oriental. El mundo no tiene sentido. No lo tiene. Es hermoso el universo. Pero pensamos demasiado dependiendo de la vista.
Es lo que a veces fantaseo llamar la occidentalización de la vista. Le damos prioridad a un sentido, a la visión. Eso te lo enseñan en 2° grado. Pero es una serie de impulsos eléctricos, de convencionalidades. De este color es verde para los dos, y este otro rojo, y este celeste y blanco; pero bueno, ganamos 6 a 1.
Un 6 a 1 puede ser la fundación de cualquier sociedad. Podemos convenir seguramente en un punto. Que son una murga. Categóricamente, les rompimos el culo. Los dos equipos pueden estar de acuerdo en eso. A partir de esa seguridad se pueden empezar a construir algunas certezas. El mundo se pliega en cualquier parte para ser.
Seguir hablando porque es como la canción con todos. El lenguaje como archivero. No inscribirse al cinismo con tiza. El mundo es un lugar raro. Nadie sabe cómo se maneja esto, loco. La mente.
Paso uno, agarrar el manubrio.
Paso diez, culpalo a otro del choque.
Vieja, aguanten las plazas.
No hay choque, no existe eso. Hay ganas de ponerse de acuerdo, de conversar.
No hay choque, pero vos te ponés la de Chile y yo la de Argentina.
Qué Chile ni Chile, yo me pongo la de Paraguay, que tiene más huevos que el equipito de tu barrio.
Disculpá, quise ser educado con vos pero parece que no te entra todavía que te estás comiendo seis pepas. Pensar en el Diego porque en 10 minutos no pasa nada. La vida es una tómbola. El tiempo es una tómbola. Es pura irracionalidad. Una serie de convenciones, decíamos. Es muy raro conversar así. La vida es el vacío.
Vedanta Yoga, diría el 3 chino, un verdadero mago. En la obtención del Otro que viene envuelto (tal como aparece) por la pregunta y la explicación. También es una convención. Me mira un arrugado rostro en la tribuna, sonriente y dice, sabiamente, que la locura es el verdadero estado del mundo. El caos, la incomunicación. Que somos viejas almas, frágiles, inmortales, tratando de tocarse, de sentir, de ser. De evitar un horror. Pero el horror existe, es real, y lo artificial, el verdadero paraíso de Baudelaire, no eran las drogas, era el lenguaje.
Che, ¿y todo ese postestructuralismo francés? Por ahí anda la cosa. Esos tipos sabían.
Concrete jungle. Civilización 5.0. ¿Te pusiste a pensar alguna vez en el capítulo 73 de Rayuela? No sé, no existe el ego en ninguna parte, pero fíjate vos que hablando de… En algún punto el péndulo de Foucault… Habría que seguir el camino del ojo y decir algo relacionado con Ben Affleck.
Para qué. Si se sabe. Incluso Freud diría que no es que entra por los ojos si no por el Falo. Falocentrismo existencial. El cinismo chino de siempre. Galletitas de la fortuna de barrios coloridos con letras estéticamente dibujadas. A todo esto, ¿en serio sos paraguayo? Me contesta Yo soy… y así me defino. Hay que ser puntitos suspensivos, eh. No cualquiera no tiene bandera. No es paragua, Barthés. No era par. Agua para bares. Es lo obsceno del amor, dice.
A todo esto, ¿de qué lado te ubican en ese lugar en el que trabajás? En ese… Hospital Psiquiátrico.
Internado en el 2° piso, obvio.
Claro como el agua.
¿No estábamos en la cancha? Bueno, después un par de vueltas para qué molestarse.
¿Demasiada info? Paramos cuando quieras. Índice de masa atómica, otro péndulo de Foucault. La verdad es que hay viejos demonios, viejas almas chinas. Como gatos, bajo hermosos disfraces. Mirando el sol caer por la ventana, viendo el partido.
Pero no hay ventana. Tampoco pared. Ni partido. Hubo un momento complicado, pero ya pasó. Cuidado, cuidado los escombros. Igual seguimos ahí, volviendo, deshaciendo los pasos contra la raya.
Qué lindo. Viendo el atardecer, sobran tres palabras. O unas cuantas. Pero hay música. Estamos, entonces, escuchando lo que un ser hermoso tituló Para los Árboles. Una canción preciosa llamada Néctar que es precisamente eso.
Para los Árboles. Como justificándose, diciendo que no les sacamos una guitarra, nada más. Es muy loco conversar de tú a tú con una canción. Signo de pregunta. Faltaría que esté el Flaco, simplemente para cebarle un mate. Y el Flaco desde atrás, como diciéndote. No hace falta. ¿Es muy loco conversar con Luis Alberto? Es increíble lo que nos regaló.
Ese tipo estaba del marote. Y no sé, me dicen. Melodioso como ninguno. Un poeta. Y llevas el caño a tu sien, apretando bien las muelas. Ah, no. El Flaco diría algo como Pies de Atril. Formas y formas. Se sabe. Bueno, me equivoqué, che. Peor es perder 6 a 1.
De los árboles a las Viejas mascarillas de la isla de Haití. Hermosas letras. Canción hermosa. No entiendo nada de lo que dice pero las imágenes son hermosas. Spinetta nos diría ‘y… es poesía’ con cara de ni yo entiendo. Siempre tan cálido y tierno, el Flaco, pero…, cómplices, en realidad entendemos y hay un puente, silencioso subterfugio. Creo que una certeza tan grande como una goleada es saber. Dos puntos. Que vamos zurciéndonos en canciones de Spinetta; somos funambulistas de cordones de vereda. Alma de lateral.
Y bueno, el partido no termina. Todo es una metáfora circular. Lugares llenos de convergencias. Agujeros negros. Benvenutti al Maëlström. Gracias, cuervito. Literatura son las distintas formas de saltar un hueco, de mirar un abismo. De meter la pelota adentro de la cancha.
Convergencias. Vos fíjate que Jean Paul Sartre vino a hablarme el otro día, disfrazado de titiritero. Y me viene a decir lo de arte comprometido. Es un extraterrestre por donde le mires, pensé. El pensamiento del tipo existe a miles de kilómetros, miles de medianoches después en la forma de un viejo francés en el litoral. ¡A la Pacha, Juan Pablito! 
Todo converge en el aleph de los ojos, de los oídos. De uno. El universo conspira a tu favor. Nos vamos zurciendo con canciones de Spinetta. Si pudieras ver lo hermoso aleph delicioso que es en tantos sentidos. La Pacha que dio tu viola. De pájaro cantor. Había sido que teníamos un vecino poeta, chamigo.
En realidad, estoy tratando de conversar con vos. Llenando los espacios. Porque no contestas, enarbolo. En árbol o. Intuyo. Lo que vas a decir. Feel free to jump in any time. Ah, esto fue una conversación monologo ping pong entre tu sujeto y tu yo, digamos, me dice. Hasta que de a tanto te contesto. No sé con qué se come eso, le digo. O sí, interpretalo como quieras.
Picture yourself in a boat on a river, with tangerine trees and marmelade skies… algo así, la memoria me resulta complicada, como diría Luis Alberto. Perdoná, estoy muy egorrágico. Literaturra, viste. ¿Dos lunas, o un mero reflejo?
Che, disculpá que te ofrecí una forma de conversar y ahora me esté retrotrayendo, dando pasos hacia atrás. Haciendo la raya. Pero es que me dejé pensando. Que te dejé una gotita así que decía Jean Paul Sartre. Y tengo que decir algo de Jean Paul Sartre. Que nada que ver, no me parece bien esto del arte comprometido. No me parece bien esto de las acciones poéticas.
O sea, ¿te das cuenta que lo que estuvimos haciendo nosotros hasta este entonces es intentar conversar, vos y yo? En realidad, estuve tratando de conversar y no me contestás. De cualquier forma esto no tiene nada de… no tiene nada de militante, nada de beligerante, nada de comprometido, ¿me entendés? Solamente las ganas de conversar. Y capaz que es eso el arte… conversar, tirar una sonda al espacio. Simplemente conectar. Bueno, ese es mi problema con Sartre.
¿Vos que decís, loco? ¿Está bueno esto, hasta ahora, o no? Para mí que está bastante bueno, eh.
Está lindo el mundo, vieja, eh. Todavía no se termina de descubrir.
¿Qué onda con toda esa parafernalia pintaparedes?
Nada muy distinto de ninguna tura, supongo. Hay una luna llena ahí, dando vueltas. No para vos, no para mí, no para ella, no para nadie. E infinitamente, amorosamente para vos, para mí, para ella, para… Literatura son distintas formas de describir un pozo. La realidad. Se hunde, se ahonda. Se profundiza. Che, loco, acabo de ver, en la calle, así, en el medio de la calle, una construcción. Todo bien hasta ahí. En la construcción había un toldo. ¿Dónde estaba el toldo? El toldo estaba en medio de la calle. En medio de la calle, el toldo. Tapando todo el cielo, haciendo un túnel de vereda a vereda. Vereda, calle, vereda, toldo, vereda.
¿Sabías que las calles también se construyen? Eso que viste probablemente haya sido la construcción de una calle, y las construcciones de calles también necesitan toldos. Obviamente, ¿Qué pensás que hacíamos, cuando conversábamos? Pintamos un edificio, pintamos una vereda, pintamos una calle, y pintamos un toldo.
Pero de verdad había un toldo en la calle.
Y pintó el toldo. ¿A vos no te pinta el toldo nunca? A mí me pinta el toldo. Convergencias. Techitos para la calle. Están buenas estas conversaciones de bolsillo, anacrónicas, está bueno que no tenga tiempo esto. La tecnología tiene cosas buenas. Obra de Marta Minujin, me dicen, seguro. Obra del demonio, digo, si le preguntan a alguna vecina. Le llenan de agua la vereda. Agua estancada. De Resistencia. ¿Qué opinás de la hiperrealidad? Buscalo.
Igual, no hace falta. Fijate cómo sale conversando, nomás. No sabe la semilla que me impuso. Las calles también se construyen. Tal vez sí sabe, y es un regalo. Como las canciones de Spinetta, viste. Esto no tiene precio. Y no es una sanata como las pavadas que te dice Jean Paul Sastre.
O capaz que no es una sanata y es el simple existencialismo que te pega una patada en el tujes, así, y caés en medio de la vereda al charco de agua. Estancada. De Resistencia. Y Jean Paul Sarstre se te caga de risa. Ja, ja, ja.
Punto y aparte para hablar de la pronunciación de Sartre. Sastre, Sartre, Sastre, Sartre. ¿Es una joda, me traiciona el inconsciente? Jean Paul Sartre es un sastre. Mi inconsciente me lo está diciendo así. Los aparatos digitales van a terminar matando a la literatura. Y eso te lo puede firmar Juan Pablo Sastre.
Como el ingrediente de la coca cola y esos otros elixires y esos raros peinados nuevos…
En acotación a esas tres palabras, simplemente un Dios bendiga a Charly García. dios bendiga a Charly García ¿Charly? ¿dios? ¿Bendiga?
Qué loco el disco de Spinetta, eh. Para los Árboles.
Ahí también sobran tres palabras.
Igual, el Flaco este es medio loco, tiene una fijación con el número tres, si te ponés a pensar. Dulce 3 nocturno, por ejemplo, o tres llaves.
Y bueno, andá a saber qué puta pensaba, qué pasaba por su cabeza. Quiero creer que solemos conversar de vez en cuando, pero bueno.
¿Cómo era el título ese de la canción… de Charly y Spinetta? ¿Rezo…por… vos? ¿Por quién rezan? Cantaban los dos: ¿para quién rezaban? Se rezaban uno al otro, cuenta la leyenda, de altar a altar.
En realidad, creo que nos rezaban a nosotros. ¡Nos rezaban a nosotros, esos tipos! ¡Se le prendió fuego la casa a Charly cuando estaban tocando en vivo para un programa de televisión…! ¿cómo estamos? Hola Don Pepito. Las vicisitudes de crear en la calle. Soy un vecino. Estas partes no tiene la literatura. Los tachones, viste. Pero… como te decía ¿dónde estábamos? Ah, se le quemó la casa a Charly mientras los dos tocaban para un programa que supongo que se llamaba Cable a tierra. Y si no se llamaba… Sí, ¡Cable a tierra se llamaba! Y Fito Páez… ¡Fito Páez le hizo la cortina musical al programa musical en el que tocaban Charly y Spinetta, allá en 1985!  Un año después del fin del mundo.
Si uno se pone a pensar lo que en ese entonces pensaba la gente. Porque la gente sabía que se juntaron los dos tipos a hacer un disco. Se juntaron Charly y Spinetta a hacer un disco, ¿entendés? Todo el mundo sabía que Charly y Spinetta estaban haciendo un disco. Se juntaron un día y dijeron algo así como ‘bueno, vamos a tocar en la tele’ y qué se yo. El tema que tocan: Rezo por vos. Y cuando dicen ‘y quemé las cortinas y me encendí de amor’… Charly, el muy loco… viste…eh, ¿cómo se llama, cómo se dicen esas cosas? Transformadores o… bueno, Charly es un loco de los transformadores, si no me creés escuchá Inconsciente Colectivo, qué se yo.
¿A dónde iba? Ah, sí. El vago conectó un millón de transformadores y enchufes a los tomacorrientes o como se diga, para conectar la videocasetera, tratando de grabar el recital, la canción. Y se le incendió la casa. Le chispearon los cables, saltó la corriente… ¡y se le incendia la casa a Charly! ¡Justo cuando dice ‘y quemé las cortinas y me encendí de amor’!
Dice la historia que el Flaco, obviamente, se asustó. Imaginate todas esas energías, esas cosas que se concentran, que convergen en un solo punto. El Flaco le pedía perdón a Charly por haberle prendido fuego la casa. Spinetta pidiéndole perdón a García por… quemarle la casa. En serio. Porque mientras tocaban un tema llamado Rezo por vos, se incendió la casa. Charly, obviamente, recontra caliente, enojado con Spinetta porque se culpaba y sabía que no era culpa de nadie. Más que nada era culpa del transformador, viste. Enojado, le arroja un cenicero, gritándole al Flaco para que entienda que él no tenía la culpa. Que era el transformador. Decime si no es una discusión filosófica, poética, artística y etcétera, en el centro de un transformador. El arte es un transformador. Y Charly García es una antena. El tipo es una antena. Escuchar Chipi Chipi.
Hizo un disco llamado Say no More, que los terrícolas todavía no podemos entender.
Constant Concept. El tipo es Dalí haciendo música. Y no es ninguna exageración.
Me meto en los entretelones del edificio, en las escaleras (laterales) para hablar un poco de Charly. ¿Por qué? Qué se yo… estábamos hablando de Sartre. Ah, bueno. Qué cagada este Sartre, cómo nos perfumó el pensamiento sin que nos demos cuenta. La culpa de que la gente odie a García, o que no lo comprenda, más bien. Que desde Say no more hayan escuchado pero no oído, y hayan dicho algo como ‘Mmm… sí… no sé…’ es de Sartre, tal vez. Charly es un maldito Sartreano. El tipo hace arte comprometido. Él es su arte. Hace Constant Concept. Alguna vez veremos lo antena parabólica que es el señor García. Es el espejo de toda una sociedad. Y no hablo de generaciones, de los 70, de los 80, de nada. Ponete a pensar que estamos conversando con Charly García. Todo en él es actual. No hay que perdérselo.
Ya llegó la luna llena. El partido terminó hace rato pero seguimos conversando para ver si el 10 hace algún gol. Estamos los dos nada más en la cancha, a esta altura. Por ahora se la pasa tirando las pelotas a la tribuna. Qué hijo de puta. Si de algo uno se da cuenta, es que se siente uno como un gato. Caminando por los tejados, por el cordón de la vereda. Y maravillándose de todo lo que hay. Un gato funambulista. O Kafkiano.
Volviendo al Aleph, no sé si Borges era un genio o estaba loco. En el Aleph cuento hay muchos alephs. Para empezar, el de las escaleras, que es el núcleo de la historia. Pero también está Beatriz Elena Viterbo; el juego de la musa, un aleph por donde lo mires. Después, lo tenés al aleph Borges; Borges personaje, Borges escritor. Tambien está el aleph cuento. Debe haber muchos más. Creo que Jorge Luis era un nene. El tipo tenía unos… no sé a qué edad se murió el viejo. Estaba ciego. Escucha esto. Estaba ciego y trabajaba en la Biblioteca. Era curador de la biblioteca. Imaginate la poética de la situación. Borges se habrá cagado de risa hasta que se murió. Es increíble. Decíamos que el tipo era un nene, un chico. Lo leés a Borges y es una criatura. Se divierte escribiendo, hace juegos de palabras, descubrimientos, asociaciones entre la literatura y la esquina. Para mí algo de eso es el aleph, la convergencia de las cosas en un puntito del universo. Para mí eso es el aleph. Ponete a pensar en rezo por vos, todo se cierra en un puntito así chiquitito que es un transformador. Beatriz Elena Viterbo. Para mí que por esa rezaban, eh.
Borges era un maníaco como Charly. Sospecho que el aleph tiene algo que ver con eso de la hiperrealidad.
Esto es lo que sé hacer. Nietzche es un tipo que hizo algunas películas horrorosas. El tipo vivía en una eternidad circular. Filosofía barata y zapatos de Cronenberg, sacá la tacuen. Lo que quiero decir de Filosofía barata y zapatos de goma no tiene que ver con García. Tiene que ver con esa otra persona que rezaba por vos. Y por vos, y por vos.
Me preguntan con cuántas personas estoy. No sé, ya me empiezo a asustar, contesto. Soy esquizo, medio border, lateral derecho, contra la raya. Acá en el segundo piso estamos todos.
Bueno, retomando. El Flaco, antes de irse a quién sabe dónde, le regaló a Charly antes de tocar Rezo por vos en el recital de las Bandas Eternas —ese precioso regalo a la humanidad, a lo que sea que es esto que pasa mientras nosotros dos conversamos—. Imaginate la situación: está el Flaco tocando desde hace por lo menos unas… dos horas, o por ahí, tocó con su banda más nueva, también con Spinetta Jade, con Cerati, tocó algunos temas de Artaud, tocó temas de Kamikaze, tocó con Fito un par de temas, con Juanse, tocó… tocó con sus hijos Necesito un amor, el tema de Manal. Rapeado. Excelente el tema, excelente el tema. Antes que Charly pase al escenario — en mi mente Charly no sabía esto— Luis Alberto se pone a tocar Filosofía barata y zapatos de goma. Ponete en los zapatos de García un ratito. Tras bambalinas, por salir a tocar Rezo por vos escucha su canción en las manos y en la voz del Flaco. Hay muchos regalos dentro de un regalo, la resignificación de la lírica, un millón de guiños entre dos amigos, un pedido de disculpas, el solo de guitarra que en la versión original es la garganta de Lolita Torres. Es hipnóticamente encantadora la sonrisa del Flaco mientras manotea el atril lleno de sabiduría. ¡Las canciones que tenía ese atril! Y el tipo cagándose de risa cuando dice ‘y enamorado de las sirenas’. La voz del tipo, tan frágil, tan poesía. Pies de atril, pies de atril. El tipo agarra las palabras de Charly ‘quise quedarme pero me fui’, y ahora se pone uno a pensar las cosas que dice. Voló en la pluma, en la música de Charly. Quise quedarme pero me fui. ¿Sabía que se estaba yendo y estaba dando su canto de cisne?
Es ese el tema con Charly, lo podés reemplazar con cualquier otra persona. Charly es un espejo, es todos nosotros. En tanto y en cuanto a Luis Alberto, era… es, lo que sea que es Luis Alberto. 
¿Por qué será que a la gente no le gusta Spinetta Jade? A mí me encanta. Obviamente, la época spinettiana que más me gusta es la de Invisible. En realidad, todas las épocas de él son geniales, pero hay una parte emocional que me ata a Invisible. ¿A qué iba con todo esto? Ah, te hablaba de Spinetta Jade. Por ejemplo, Alma de Diamante es una locura. No entiendo una mierda de Jazz y leí apenas Castañeda, pero es íncreible lo del tipo, cómo devora, mastica, resignifica, pasa por su señal toda una obra a partir de lo que fue para él. A todo esto, no es el disco ni la canción que más me gusta de Spinetta Jade. El que más atrae es ese, el que dice… Nena, te traigo esta canción que descubrí, en el deslinde.
Están apagando las luces de la cancha. Algún día hablaremos de Beatriz Elena Viterbo, hablando de alephs y de Borges y el nene cagándose de risa y etcétera. Cronopiamente.
Buenas salenas, cronopio cronopio. Ponete a pensar lo que pensó un cronopio para comenzar un libro. Por el capítulo 73. Y en realidad lo podés empezar por donde vos quieras. Es increíble ese libro, una piedrita para jugar a la rayuela que a la vez es la rayuela. ¿De qué planeta viniste? Volviendo al tema Tres llaves de Spinetta. Spinetta habló con Foucault, de esas charlas hay un disco llamado Téster de Violencia, donde está Tres llaves. Pero es para otra ocasión.
Dale pibe, vamos, que apagaron todo y se nos va el colectivo. No le hacés un gol ni a Paraguay.
Y bueno… pero ganamos 6 a 1.

jueves, 7 de junio de 2018

Pato trabaja en una carnicería


Al final, parece que Moris tenía razón. Pato siempre trabajó en una carnicería. Pato es viejo, viene de hace rato en esto. Un señor de unos sesenta y dos años, ya. Todavía laburando con la carne, supervisando a los muchachos que hacían la tarea fina del matadero. Cuando uno tiene vocación, tiene vocación. Es así nomás. Con la familia que tiene, Pato. Claro, lo de las generaciones es algo más que una, dos, o tres bibliotecas, cien hectáreas o el deber de la familia, cuñadito de la Felisberti, miembro de la más rancia costilla del lechón del partidismo, actualmente laburando en el Matadero Municipal 17 de Octubre, que ya estaba empezando a entrar en decadencia, si le preguntan, hasta que lo llamaron.

Hijo dilecto de la civilización y la barbarie, nacido ahí donde parece que se ha escrito en piedra la maldición del país: por un lado la de cal; por el otro, otra de cal. Le hacían bailar: en su familia era tradición. En el árbol de Pato, la lucha por la independencia seguía paralelamente el avance sobre los indios, la concentración de Poder para la Civilización, que estaba en todas partes pero, claramente, atendía en Buenos Aires.

Pato oyó la música de Moris cuando joven, cuando desoír al viejo era la norma. Los días de oro, como bien dice la canción. El, un muchacho bien, derecho, liberal sólo en lo económico, se sentía raro, se había enamorado perdidamente del beatnik argentino, y como todo enamorado, quiso merecer al amado. Todo empezó con el chiste que decía: lo tuyo es mío y lo mío es mío. Pero Pato nunca entendió el chiste, o lo entendió como quiso, más bien. Decía que era un recurso del artista para lograr decir lo que quería. Nunca entendía bien nada, la parte que más le gustaba del Che era la de los juicios sumarios, por ejemplo. Patricio Cow era casi un arquetipo de la típica imagen de la alta burguesía, creyendo en la derecha revolucionaria, la civilizada revolución que depure el país y limpie a toda la negrada de la faz de la tierra, o por lo menos de la Argentina. Ilusiones de un amor que todavía perdura, ¡cuántos casos ya, de amor por dislexia!

Era joven y amaba al Diablo porque había conquistado América, estudiaba Sociología (o Pueblología, como le decía, despectivo) y Abogacía. Sus estudios se prolongaron hasta recalar en la Licenciatura de Humanidades y Ciencias sociales. Años después, con la apretada familiar a Pato –y al Decano- para que termine de estudiar, terminó la carrera, graduándose con honores. Tenía un primo que andaba en el teatro y en la música, Fabricio Carrillo, que lo describió como un romántico incurable, siempre jugando a los muñecos y soldados, tanto que a nadie sorprendió, en la familia, cuando comenzó a militar en la Juventud Partidista, y de ahí, como al nene le gustaba jugar con fuego, a la porción más berreta, los Pastores Alemanes. Aprendió a justificar sin contradecir, a transar pasado para mantener en alto el patriciado argentino, para que no se mezcle la sangre con la grasa. A él le gustaba la grasa, le gustaba de un modo extraño, un gusto excéntrico para la familia, que igual veía en el joven al Pato que habían criado, con tantos fantasmas, con tanto esmero, y sobre todo, con respeto para el buen nombre de los Cow, ricos como vacas, tenían más propiedades sobre la tierra de lo que hubiera pensado el Dictador Supremo, el ilustre emprendedor que fundó la familia.

Todo era un juego para Pato, una manera de escapar de casa, siempre con la puerta abierta para volver, una forma de llamar la atención entre tanto culto al apellido y a la palabra Patria, sin desoír a los fantasmas. También hay historia negra, dentro del negro del partidismo, de esa historia negra mamó Pato, cuñadito de Renata Felisberti, codeándose con ella y con una imitadora de Rita Pavone, que se llamaba Rosa Pavón, llegó a ser teniente segundo del brazo armado partidista, pasó seis meses a la sombra en Devoto, leyendo los borradores del Beso de la Mujer Araña, con la explicación de los textos de su compañero de celda, un poeta con las cicatrices de unos cuantos brotes esquizoides acelerados por la vida en la calle y las anfetas, que se hacía llamar Ramsés, y que parecía tener predilección por los nuevos vientos de la literatura, tan nuevos que todavía ni siquiera habían sido publicados por Manuel Puig, pero que Ramsés, por un amigo, había obtenido para matar el rato. Unos ricos seis meses en que Patricio, que respondía al nombre de Carlos Serra, se puso a estudiar la teoría del Camaleón. No le interesaba el texto de Puig, sino su forma de disfrazarse.

Unos días después de salir de prisión se fue exiliado, o eso dijo, dándose aires, a los muchachos del partido. Era perseguido. Más bien, dijeron los voceros familiares, desmintiéndolo, viajó invirtiendo el patrimonio Cow en relaciones sociales, desangrando parras en playas brasileras, mexicanas, españolas y francesas. Con los conocimientos aprendidos ganó un lugar, unos años después de la vuelta de la democracia, en la oficina de Alfonso Cerruti, al que luego cambió en un enroque graciosísimo por el señor Méndez, uno de los dos o tres riojanos más famosos del mundo, con el cual alcanzó una banca por el Capital en la diputación y todo. Pese a todo, nunca olvidó al pibe que quería moverse a Moris, por ese amor dejó todo para irse a laburar codo a codo con los ingleses, en la municipalidad de Birmingham, estudiando métodos de adoctrinamiento de masas a los palos -y sus manuales de protocolos justificativos-, hasta que el diario La Nación lo requirió nuevamente, esta vez de la mano de Antonio de la Calleja, líder de una agrupación formada con las frituras políticas argentinas que pasó a llamarse el Anillo, y que llegó al Poder en el fin de una centuria grande como la partícula de arena que es la historia humana en el universo, cuando todavía se creía en grandes cambios.

Pasó a ocupar una secretaría desvalorizada de Derechos y Humanos y Recursos Penitenciarios, del Misterio de Justicia. Por su eficiencia en el desempeño del cargo, notándose su idoneidad, el paso siguiente era obvio: derecho al Misterio de Trabajo, Sampleo y Recursos Hermanos del Gobierno del Anillo, un espacio donde finalmente podría poner en práctica lo aprendido a lo largo de su vida, demostrando una eficiencia inapelable en cuanto al aumento de las cifras del desempleo y, para que no se crean que se olvidaba de los empleados, un mágico recorte al salario -del trece por ciento, cifra elegida con mucho cuidado- de los negritos de siempre, que iba disfrazado bajo el nombre de Ley de déficit Cero, pero que los compatriotas llamaban, como si fuera cosa del destino, la yeta. Cosa de locos, el pírrico triunfo de los muchachos de verde, en cierta forma, fue final y definitivo, modificaron la forma de pensar de millones de personas, dejando como rastro visible una generación desaparecida, la más estimulada, la más despierta, y de forma invisible, una manera de respirar el sur latinoamericano. El país es como el Destino, inapelable. O mejor, como una Empresa. Es algo que vienen diciendo desde hace mucho tiempo, y bueno, algo de eso parece que fueron las directivas de la cúpula dirigencial, una Empresa vertical llena de uniformes, hecha, pero sobre todo, derecha. Al parecer cuesta sacarse una pilcha, un saquito paradigma para mirar la historia desde otro lugar. La prueba de su victoria, para los defensores de cierta clase de Patria, es que todavía se sostiene -y no en antros ni lugares marginales, sino en las calles, en los taxis, en las editoriales de billetes de dos pesos-, la teoría de los dos demonios, la pureza liberal en la forma de pensar un país, su historia y, más importante, los seres que habitan su suelo. La xenofobia, la homofobia, por ejemplo, son moneda corriente. La creencia de que nada puede cambiarse, a fin de cuentas, también.

Los conflictos fueron acrecentándose en la Empresa, pero los meses en Devoto, la enseñanza de la Masacre de Aeroparque, cuando esperaban al líder zombi, su afición natural por la propiedad y por los palos, todo eso fue adobándose para que la eficiencia del funcionario ilustre no se viera empañada por un pueblo hambriento, jubilados desechados, sindicatos, y muchachos y muchachas, marginados desde siempre, recogiendo cartones para comer y cortando rutas y calles para hacerse visibles, los vándalos de siempre, pa, le decía a su padre en las mesas de domingo, después de misa, con un copón de vino y los labios azules como su corazón, el problema en realidad eran los conductores de camiones, decía a su padre, que asentía. Su paso por el Ministerio de Seguridad del Patriciado fue el remate de su actuación para el Anillo. Luego salió eyectado junto al resto de los miembros de la gestión del Anillo, al encierro de sus departamentos en Recoleta. Desde el balcón veía el nicho de la familia.

Pronto se desmadró el Estado, tal como ellos mismos habían previsto. Era una casita de naipes donde anidaba un viento flaco, y Pato se fue, siguiendo el viento, hacia otro movimiento, como entendía de folclore nombró a su cuadro político ‘Un guión por Todos’, posteriormente conocido como ‘Un guión por la Libertad’. Siempre tuvo un affaire con el teatro. Quería formar, decía al que escuchare, una ‘contractura política’. Posteriormente, Pato comprendió que para volver al estrado había que seguir la tradición de su vida, aggiornarse para que nada cambie, y la contractura fue engullida por la pirotecnia de una arcana empleada estatal proveniente de la ciudad de Camalotus. La famosa rosca política le gustaba mucho más que los rosquetes santiagueños. Y que los Santiagueñazos, si alguien le preguntaba, cosa que hacían ciertos periodistas amigos.

Como le gustaba la rosca encontró un punto flojo en el gobierno opositor, una jueza que tenía uno de los casos emblemáticos de la Justicia, a la que dieron las herramientas que le faltaban, básicamente, plata, viajes, farra, putas, putos, pastillas. Cosa que acelere una investigación que la jueza entendía apuntaba a ciertos sectores de la gerencia oficial de la Empresa. Junto a un compañero llamado Norberto, como el Beto Alonso, foguearon la denuncia, y escondieron la mano cuando comprobaron que no tenía pies ni cabeza, dejando a la jueza entre Pampa y la vía, una vía trágica que para la jueza fue el suicidio, Marilyn tomó demasiadas pastillas anoche, escuchó que le decía el Beto por teléfono esa mañana. Inmediatamente salió a desligarse, a pasar el foco a la denuncia, que todavía sigue nadando en los archiveros de los juzgados.

Así fue que pasó a vender carne. Tobías Medric, el famoso empresario, le ofreció laburar en el Matadero 17 de Octubre, ubicado a la salida de un puente carretero, donde dicen se esconde un tornillo de oro. Fuera de las instalaciones del matadero, chicas y chicos adolescentes que vienen del interior se prostituyen por un poco de comida. El tráfico de carne en todo su esplendor. Se le designó a cargo la supervisión de los carniceros de la empresa. Sabían que al Pibe, como le decían en la empresa, más que la rosca le gustaba el palo. Volvió a poner en circulación una vieja leyenda tucumana, la del Familiar, acá tiene que haber mano dura, decía, y apretaba en la mano un nuevo protocolo antirreclamos, que ya tenía la firma del Gerente y que autorizaba a los miembros de seguridad a reprimir cualquier demanda de tipo social que pudiera darse mientras los carniceros carneaban medias reses.

Se le dio control sobre los límites de la instalación, instauró cuerpos de personal de seguridad, que siempre se hallaba dispuesto a disparar por la espalda a cualquier empleado que osare erguir la espalda para reclamar, y que se encargaban de recaudar el dinero del trabajo de 'los trabajadores satelite', como llamaba a los y las prostitutas que mascaban chicles fuera del Matadero. Por ejemplo, una vez, en los desechos que arrojaban al río, encontraron el cuerpo de un mochilero que reclamaba solidarizado con los pueblos originarios un cacho de tierra, que casualmente pertenecía a uno de los amigotes del Gerente de la Empresa. Ochenta días, una vuelta al mundo dentro de una recámara frigorífica. Fue el Familiar, dijeron por ahí. La indiferencia germinada en los años del algo habrán hecho comenzaba a dar sus brotes. Se armó un despiole. Bárbaro, pero superficial. Todavía lo recuerdan los más viejos. Un verdadero retroceso humano, la verdad, avalado por los poderosos de siempre. Cambiar, cambiar para que nada cambie. Al hombre le ha ganado el miedo.

Cow comenzó a perseguir a los empleados, a monitorearlos dentro y fuera de la Empresa. En el Boletín Oficial y en las pizarras colgadas de las paredes, por ejemplo, figuraba con su firma un protocolo de actuación de los miembros del staff de seguridad ante los colectivos LGBT y su lucha por la igualdad de género. Pato finalmente consiguió lo que quería. Bueno, más o menos. Trabaja en una carnicería. Pero no todas son pálidas, compañeros, no nos dejemos arrastrar por la corriente de fatalidad. También hay resistencia, uno de los que seguirán cantando es Horacio, que se pregunta acerca de las cosas que pasarían si es que calla hasta el cantor.

Son tiempos sombríos, es verdad, pero el señor Cow va a caer, no tenemos que dejarnos ganar por el miedo. Hoy contamos con la colaboración de los camioneros, que van a dejar de distribuir la carne. Por un solo día, para empezar. A ver qué pasa, dicen. Algo es algo. No hay que dejarse amedrentar, ciertamente, aunque digan que Patricio Cow está trabajando en una carnicería para el día de la marcha, el Familiar no existe, no como se ha instalado. El Familiar es él. Si conseguimos que alguien más nos escuche, tal vez dejemos de vivir en la zozobra. A la huelga.