Maceratesi contra el mundo se llamaba aquella gran
revista que salía por aquellos años -2001,
2002-, donde el Ciego publicaba sus columnas. Llevaba el nombre del Rafa
Maceratesi, un delantero noventoso y de los primeros años de este siglo al que
algún canalla o académico decidió rendirle homenaje. Hay una rama Trinche Carlovich
de la vida.
El artículo era raro. Cuando se publicó pasó
desapercibido, camuflado como un relato de ciencia ficción o un panfleto
partidario; algunos tildan hoy al texto de humildemente profético. Mencionaba
una final en el extranjero, un gol a puerta vacía. Los mejores equipos de
fútbol, comenzaba, son la prueba histórica del funcionamiento práctico, no
meramente teórico, del colectivismo. ¿Debería decir socialismo? Chicos troskos,
los de Maceratesi… Gallardo y sus precursores, así se llamaba el artículo. Mirá
que para algunas cosas era ciego, el Ciego, mirá si le gustara el fútbol, lo
que hubiera flashado. Lo bueno es que nos quedó el método. Jugaban todos. Es
como el niño Marx robándole a Hegel.
El artículo, corto, consiso, pura elegancia, decía que
el River de Ramón tenía influencias del River de Gallardo. La capacidad de ver
el espíritu de los jugadores, esa mano mágica al parar los equipos. Como ejemplo
ponía a los pibes. Como con Gallardo, decía, los pibes –mencionaba a Aimar,
Saviola, D’Alessandro- comenzaron a debutar después de un buen trecho recorrido
como equipo, hombres con las espaldas anchas como el Enzo, Astrada, Berti, Hernan
Díaz, Ayala, Berizzo o el Mono, entre tantos otros gigantes. Los pibes tienen
un equipo en el que recostarse.
El Ciego planteaba, entre otras cosas, y mediante la aplicación de la teoría guevariana del
hombre nuevo, que Astrada, visto desde el River del Muñeco, sería una suerte de
proto-borrador de Ponzio, que Pinola y Berizzo tranquilamente podrían haber
sido cortados por la misma tijera, y que Milton, como Sorín, custodiaría el Aleph desde
el lateral izquierdo.
Saviola, decía, dejó algo suyo en la ya plagada de espíritus camiseta número siete, la de Suárez, la de Mora, pero también del Mencho, el Burro, el Chileno y tantos otros; Pablito es Pablito, un diez de River, ni más ni menos. Como el Pity, el Cabezón, el mismo Burro, Juanfer, el Beto, el Muñeco, o los Sívori, los Onega, y tantos que no vimos, como los que jugaban con Angelito, el Charro o Pedernera. Se le hizo justicia a Nacho Fernández dándole la diez de River, sentenciaba al final de uno de los párrafos. Los hinchas de aquel tiempo pensarían en ningún Nacho Fernández, o en un Nacho ficcional, paradimensional.
Según el columnista, el segundo River del Tolo también
tenía cosas del River del muñeco, estaban Los Cuatro Fantásticos, se hablaba un
lenguaje de tacos, caños, enganches y paredes milimétricas a 90 kilométros por
hora, pero también una defensa firme aunque elegante, sobre todo el flanco
izquierdo, y el arquero de libro, sucesor del gran Germán Burgos. O el primer
River del Tolo, cuando Passarella agarró la Selección y el que quedó en el
banco de River fue él, el Tolo –que cuando jugaba era Astrada, otro Astrada
como Ponzio, como Mostaza ¿antes? del Tolo y antes, (¿antes?*) el Pipo Rossi- por
un campeonato solo –después se iría con Daniel-, en el que volvía el Enzo. Con el Príncipe de capitán y goleador, campeones invictos.
También el equipo de Passarella, rigor, seriedad, presión
alta y espíritu ganador. El Ciego recordó en este punto del texto que aquella
tríada de técnicos originalmente bajo el mando del Káiser incluía también al
doctor Sabella, del que dicen descubrió al Muñeco, y que además se ufana de ser
el autor de la frase “si quieren saber
qué es el fútbol ábranle la cabeza a Gallardo”. El mismísimo doctor Sabella,
antes de todas las luces, fue un diez criado en la casa, Pachorra.
Entender al River de hoy como una continuidad
histórica que mejora al River del pasado. El lenguaje como pertenencia. La
historia es un río fluido y River, una escuela de fútbol, una rueda que inició
en 1901 y sigue girando interminable, parte de Samsara. Las camisetas tienen
historia, una montaña de arena que los que respiramos vamos levantando y
caminando, un paso a la vez.
El ritmo, ¿es un carácter del Tiempo? Como en la música, la poesía, el fútbol. Puede ser: la música es Tiempo, armonía, melodía y ritmo. El tiempo, a su vez (y a la vez), es carácter de Lenguaje, de todo lenguaje. Pero todo lenguaje es música, y también tiempo. Los árboles tienen lenguaje, el aire habla. Todo en la vida tiene música, tiene lenguaje, tiene tiempo. Nada tiene entonces de raro un equipo que habla, como hablan las hormigas, como hablan las abejas, como hablan los pájaros, El pasado es presente es futuro. El tiempo es, misterioso, indivisible.
"Gallardo es uno de tantos nombres que también tiene
River, aquella hermosa banda roja en la camiseta", así terminaba el artículo del
Ciego en Maceratesi, una revista que ya entonces era una rareza y que ahora debe
deambular en algún estante, algún garaje, una mesa de saldos.
2 comentarios:
Muy bueno lo suyo doctor. Saludos.
Qué vergüenza, amigo, a esta edad y recién entendiendo como ver los comentarios desde el otro lado de un blog. Gracias tardías, espero haya disfrutado el escrito, gracias a algún error en la Matrix el equipo del Muñeco nos sigue regalando páginas preciosas llenas de literatura con las que estos tiempos difíciles se hacen por lo menos más tolerables. Saludos
Publicar un comentario