Polvareda de Joyas
Le dije a Aparición que la poesía podía ser
una canalla
y ella me contestó:
— Soy alazana como una avispa de mar,
de monte, o de tus rodeos criollos.
Soy tu caballo.
El poeta es el balsero que cruza a veces a
los hombres.
El amor y la muerte tienen la bravura natal
de la poesía,
y te esperan en un áspero y delicado espartillar
del espacio de arena y agua del Campo
Real,
donde se peinan las doncellas de la canción
solar
Mi orfandad transparente danza en el fuego natal
del infinito.
Desaparezco con un sombrero de espuma sangrante,
llamada por las hadas marinas,
pero vuelvo navegando en transporte de corales.
Soy una mujer con olor a polvareda de joyas de las
hadas
ardientes y concretas de la vida y de la muerte.
Te miro, y con los ojos de topacio trataré
de aclararte que yo soy la poesía:
una Fiesta
y a pesar de todos los extirpadores soy la tradición
de todos los colores.
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Las mismas canciones
Las canciones que he escuchado cantadas
bajo la luna de otra gente,
muy lejos del país de la garza real,
y que hoy esta luna entrega al resplandor
del laurel,
que invade al amarillo esteral,
una sonrisa morena traen a mi memoria,
y arde el sueño en una estación de trenes
que se detienen junto al mar.
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