viernes, 18 de mayo de 2018

Sustantivos griegos. A los jóvenes de ayer, pinturas y juguetes



A las tres de la mañana, recortada en la penumbra, asoma la silueta del sonámbulo aficionado, mirando por la ventana del departamento. Habitación. Celda. Sala. Alguna vez habría que discutir acerca de los problemas de identidad de las horas que van desde las 1 hasta las 5:59. Puede ser que a la luna le guste mucho la poesía. En otra ocasión será. La ciudad. Inmensa, nido de gente. Parece vacía, y las calles. Sin alma, no devuelven un solo sonido. Dentro de los aposentos, sólo la canilla de la cocina con música de gotas suicidas, rítmicamente intermitentes chocando contra platos sucios de días atrás, todavía descansando sin lavar en el fregadero. La bacha. Sólo eso, nadie ni nada más. El lugar es el completo desorden. No es que importa. Fuma observando las calles desde arriba, sin saber. Que es observado. Por la gata blanca sigilosa, redondamente fría, acompañada de los pocos peces que sobreviven a las luces nocturnas. La ciudad, algunas cosas las tiene un poco más cerca.

También está en alguna esquina, pateando. Y en algún automóvil, por qué no. Ya se sabe, el Partenón no tiene líneas rectas. O al menos eso dicen. Rodeado de gloria, el hijo mayor de los Addams se la jugó entera por la residencia de los jóvenes, entre otras representaciones arquitectónicas de su país en pañales. Quién sabe, niña, este país. Tipo culto, rinde culto. Culto a la Pala. A Palas Atenea. Pero bueno, por el gusto a las estatuas piensa en Julio Florencio, ejemplo de estatua que cada día canta mejor, bruselense zorzal de ‘egues’, guevolucionaguio de la primera hora. En realidad, a deshoras, como este caso. Pensar en los paredros, porque para eso lo trajo al cronopio. ¿Qué son? Espejos, doppelgängers, sombras, prójimos, ayudantes. Pensar. En sus propiedades, sus fluctuaciones. Humo de incienso. Crisálidas y mariposas, marsupiales paredros mariposas. Pensar, en. Sus libertades. Qué deliciosos modelos para armar. Los que viven arriba de escalones falsos siguiendo manuales de instrucciones creen que es una suerte de escritor menor, de iniciación y otras boludeces. La verdad es que nunca le perdonarán a Julio su condición de niño. La intención de jugar. Feuille morte. Paredros existentes como entidades separadas de mente y cuerpo, dualismos estúpidos, resueltos en espejados triángulos, perfectamente perversos y vampíricos. Geometría literaria. O arquitectura griega.

Pensando en griego, había una vez. Un loquito, porque Grecia estaba llena de loquitos. Este tipo, este ágil perro blanco, este… lumpen, paredro delirante de otro delirante, deambulaba por las calles desnudando las monedas falsas, la moral, las costumbres, sin más herramientas que un farol, alumbrando los rostros de la gente. Sí, un farol. Buscando un Hombre, uno solo. Que sea honesto, jatefi vos. Escupiendo en la cara a las normas y a los giles. Tipo desagradable, por demás. O no. Deja impresión, eso sí. Imaginarse caralarga a Platón luego de regodearse de las enseñanzas de su maestro con definiciones de bípedos implumes, obteniendo por respuesta… un pollo sin plumas, risas y un hombre hecho y derecho. Correte, loco, me tapás el sol, le dijo a un pibito de Macedonia que salió a recorrer el mundo. Paredros hay en todos lados, hasta en Babilonia, de todas formas. Un poco más acá, lo que es decir en ningún lado, en un texto londinense se habla de un intérprete griego y de un Club metafísico, un club que se viene reciclando, rehaciendo, un club que hasta deambuló -o deambula todavía- en las nocturnas y ya no tan olvidadas calles del barrio latino parisino. Con un farol en la mano.

¿A dónde íbamos? Se pierde uno en estas curvas. No hay líneas rectas en el Partenón. O sí. Lo que sí sobra en el Partenón son las ilusiones ópticas, los pensamientos de jóvenes fumadores insomnes de tres de la mañana. Está en todos lados esta noche, omnipresente con recuerdos y asociaciones que flotan como hebras de humo. Acrópolis, necrópolis, narcópolis, metrópolis. Bibliópolis, por qué no, también. Las calles son también ilusiones. Entre el pasado y el presente hay un limbo que no tiene nombre. O sí. ¿Cómo se dice puente en griego? ¿Historia? ¿O literatura? Ficciones, ambas dos. El limbo no tiene nombre. O sí.

Conductas propias de un ser humano
¡Charcos!
Rincones poco más que asépticos,
tazas vacías de café,
bocas de tormenta,
algodones, jeringas,
éxtasis de ojos idos,
zapatillas rotas,
huellas húmedas en el cemento.

Bosteza un pensamiento, una vista hacia todo lo que es pasado. Brilló como el sol, tuvo la luna a su merced. Tempus fugit. Como una nube, como una ola, como una sombra. Como un conejo. La puta madre, eso no era griego, era de otro lado. Ya lo dijo, de todas formas. O lo pensó. Esclavo, es clavo de las agujas. Hoy despierta obnubilado ¿Despierta a qué? A nada, a la Nada. Despierta, al fin. Aprende, por lo menos. La voz de la experiencia, quería. Esa voz, que en su cabeza, en la vereda estrellada, en las espiraladas mentiras, faroles de tabaco, gotas del fregadero, le habla y le dice, le dice de nuevo que la experiencia es lo único que hay cuando no hay nada. Siddhartha no era un perro blanco pero meaba en los mismos árboles.

Finalmente, termina el pucho, y corre, se va. Apaga el farolito. Se acuesta en un deshecho colchón relleno de hojas de otoño con estrellas en los ojos. Lágrimas afloran mientras vuelve el tiempo a cachetearle, amoroso. ¿Violencia? Él es bueno conmigo, lo que pasa es que me porto mal, lo justifica, ante su paredro. Preso en la ciudad. Simplemente preso, en realidad. Duerme, al fin. Duerme y se va.

¿Conductas propias…?
¡Gabardinas!
Turbia propiedad del humo de la mente,
la cruel panorámica del whisky barato
carcomiendo los huesos
en amables callejones
llenos de orina y vómito
y humanidad
esparcida en la basura.


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