miércoles, 20 de mayo de 2020

Fragmentos de un naufragio


por Nayla Zárate





¿Jueves?

“…Escribo esto porque quiero recordar cómo se veían las letras dibujadas en un papel, cómo era el acto de dibujarlas, el acto físico de trazar una miserable línea rasgando la virginidad de un espacio en blanco, en un papel, como un mantra, papel, y no cualquier mantra, más bien una especie de mantra casi… vampírico, en un papel, en un papel, en cualquier papel, en un cualquier pel, pa, pa, papá, pel cualquier cosa un, pelpa, papel, en una piedra un pelpa, papel, en los restos de una olvidada pared un papel, pelpa, incluso en la arena, pelpa, en un pelpa el humo de las últimas hojas de tabaco mezclado con cannabis, sin ánimos de hacer periodismo, un papel, ni de lanzar una sonda náufraga hacia las galaxias, papel, sino más bien como un juego triste que permite (y permitía ya en aquel entonces) alejar un poco, piedra, sólo un poco, papel, el espíritu de la experiencia, tijera, de estar transitando los últimos días de una vida, papel, como pulgas vagabundas de la tercera bola de billar, piedra, partes microscópicas de un set, tijera, de un pequeño conjunto de esferas llamadas sistema solar, papel, acostadas sobre la alfombra de la Vía Láctea, tijera, en nuestra manía de nombrar todo, piedra, nombramos nuestro barrio como la calle sobre la que pasa todas las mañanas el lechero, piedra, pegando un grito, tijera, marcando un paso, papel, un seguro tic que preceda a un tac, ¡lechero piedra!,¡lechero piedra!, para que una al abrir los ojos sepa dónde está ubicada, o algo así, papel, y sea algo, alguna cosa, tijera, que una entidad inabarcable sacuda con lenta elegancia, con felino tedio…”, “…no fue la destrucción del satélite, no. Lo peor vino después. Los primeros que lo habrán notado… habrán sido los peces, tal vez…Nadie sabía lo que había pasado, ni por qué había pasado, pero había pasado. Sobre eso no podrían hacerse más que conjeturas. Inútiles, además. En nada cambiaría saber, retrotraerse al instante previo en que alguien, un ser o conjunto de seres, decidió prescindir del satélite en nombre de todos los habitantes del planeta…”

Viernes

“…tanto picar piedras, tanto remover tierra, para arrojar una tímida transformación a la materia, para intercambiar un poco de energía, para realizar un pequeño acto de magia. Un misterioso puente comienza a caminarse hacia atrás y hacia adelante, en el centro del surco del espiral hacia el ser, cerca del río del que hablaba el griego, bajo la apariencia de espíritus amables, de artemisa, llantén y trébol, la entrada al puente, al amanecer de algo que algún maníaco macaco bautizó uberhombre y que fue mutando porque toda entidad sufre una larga serie de transformaciones finitas hiladas a una risa cósmica infinita como su broma infinita. El hombre será plantado como las flores, un día, habría dicho el jardinero, el último hijo de puta sobre la tierra…” 

Sábado 

“…Esa fue la última vez que lo vimos, antes de partir, en el borde del mundo, entre las olas, mirando a la inmensidad melancólica de un mar ausente, del que no se veía la sequedad salada de las profundidades; un océano al que descendíamos algunas con alguna premura, para catalogarlo todo, para que nada se olvide, para que todo circule, con la nostalgia de los que tienen los días ajados en las pupilas, viendo caer el sol, como él, con su pollera a cuadros, sentado a lo lejos, con el perfume de la respiración de la gaita entre las piernas, y un coro de gaviotas anunciando que quizás al otro lado de la vereda habría un nuevo mundo, otro más que descubrir y habitar y conquistar y sembrar y aniquilar y destruir y desolar por completo, para poder encasillarlo, entonces, en su respectiva forma previa, la que siempre debió de haber tenido, la de otro cuadrito más, en la pared o en la pollera, otro metro más de tierra, otro piojo más en la peluca alquilada…” 

Domingo

“…Un puente hacia el centro, hecho de líquido, un puente hacia el centro. Una piedra en el zapato, el cuerpo bañado de agua, el pedido de permiso al abuelo río, la piedra de la paz, la tregua del agua, para beber. La primera ley y la más importante de la Selva…”

Lunes

“…hay que moler la hierba, con paciencia, con delicada y extrema paciencia llamar al conocimiento, en la base, el lecho acuoso del árbol primordial. El agua se está agotando, hermana. Sobre la piedra, piedra; el agua, rodeándola, socavándola, dejando pequeños souvenirs, ciudades enteras de esporas y hongos, semillas, peces, pequeñas plantas surcándole la comisura de la sonrisa, aves, árboles paracaidistas extendiendo raíces desde lugares previamente despresurizados hacia cualquier centímetro de tierra, con la intensidad intrínseca de su concentración celular…” 

“…el Comienzo, fue un Big Bang. Y fue caliente, músicas vibrando al ritmo de los tambores de la oscuridad. Sobre esta fangosidad fresca y célebre, tan célebre como la noche de los tiempos, celebre, oh, criatura, celebre como una entidad a la que podríamos llamar yo celebró, celebre, celebre como yo celebro, como yo celebré, celebre, que hay que moler la hierba, sopesar, sentir, y sopesar sentir, con paciencia traficar, el cambio, el súbito pálpito de la tempestad…”

Martes

“…y aquí estoy, narrando el exilio de mi pueblo, siguiendo las enseñanzas de arcanas tejedoras, pintando los últimos trazos a la cósmica figura de lo que hubiera podido nombrarse de otra forma que no fuera tierra, y sin embargo y aún si así hubiese sido seguiría siendo, una marca elemental, un delicado cordón umbilical unido a lo más sagrado del universo. Estoy narrando el exilio de mi pueblo antes que suceda. En algún plano, quizás ya sucedió. En realidad está sucediendo, imperceptible para las hormigas. Estoy narrando el exilio de mi pueblo con cada inspiración precediendo a la espiración, mientras dure. Estoy narrando el exilio de mi pueblo en el clamor popular por un poco de agua y un poco de sol. Estoy narrando el exilio alucinado de mi pueblo por el desierto interminable de la creación, esperando a les muchaches de maestranza, rezagades como siempre, les miserables, esperando una miguita, un triste mendrugo. Estoy narrando el exilio de mi pueblo desde la comodidad de una piedra fresca y dulce como la noche, escuchando y emitiendo frecuencias extrañas, cantando, rezándole a las estrellas con ayuda del viento. Estoy narrando el exilio de mi pueblo mientras mi pueblo se dispone a medir el pH a cualquier simulación de líquido para evaluar su potencial potabilización. Cada palabra debe valer la pena, como gotas en el desierto valen las palabras, y heme aquí, con una cascada, con la canilla abierta...” 

“…de a ratos me detengo y propongo el resumen de la historia, entregas por capítulos desde los bordes mismos de la materia, desde la mismísima piedra de la locura extraída por un clown terriblemente colorado. Para entretener, para ayudar a recordar, para reflexionar. Para celebrar un coloquio de embrujos y yuyos, ramos varios de cualquier aquelarre que se precie, para esparcir la semilla de los árboles de la memoria dejando un trazo de bruma en los destellos de algo que a veces sentía y siento como una entidad a la que llamaba y llamo la verdadera historia, la que no podía ni puede ser contada sino más bien debía y debe ser experimentada, percibida en el ojo de la aguja por el que pasa el camello de la historia cada vez que un rico quiere ingresar al reino de los cielos…”

“…La primera generación surgida inmediatamente después de la comúnmente llamada ‘Caída’, utilizó la sabiduría y el amor, la esencia de generaciones anteriores, recogió lo que pudo, reforzó amistades y alianzas, con montañas, arroyos, ríos, lagos, esteros, lagunas, con plantas, con otros seres y animales. Se venían tiempos difíciles, todos lo sabían. Bueno, casi todos. El hombre, claro. El hombre no. Siguió encadenado al yugo de su ego, al hilo de su arraigo a su propia sombra, por miedo. A todo, a lo que vendría, a lo que era, a lo que había pasado. Al transcurrir del tiempo. A los dibujos del espacio…” 

“…Por suerte, desde la primera generación de tejedoras, allá, lejos, en el susurro más caluroso de la siesta del tiempo, venían contándose por lo menos dos historias, y que yo sepa, y hasta que la conciencia sea completa se seguirán narrando, desarrollando pequeños conflictos, choques de intereses, pequeños campos donde se libren las batallas entre la destrucción y la sabiduría. Pero -¡ay de mí!- me voy, siguiendo el tejido. Sabrán disculparme, estoy un poco vieja. Tengo una de las tantas edades de Hildegarda, sabrán disculparme, espero. Incluso usted, respetado e imaginario ser que interactúa como arqueólogue de garabatos. Lo peor no fue lo de la luna, como les contaba. Lo peor vino después…”

Miércoles

“Extraño los zorros.”

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